lunes, 1 de septiembre de 2003

CHILE: EL 11 DE SETIEMBRE DE 1973.

CHILE: EL 11 DE SETIEMBRE DE 1973.
Ese día cayeron sobre el Palacio de la Moneda las bombas de las Fuerzas Armadas de Pinochet.
También fueron intervenidas las estaciones de radio, televisión y los sindicatos fueron ocupados militarmente. El Estadio de Santiago de pobló de presos políticos. Se repitieron con mayor o menor violencia, lo que había ocurrido en Uruguay unos meses antes e iba a ocurrir unos años después en Argentina. Después, los asesinatos, las desapariciones, la resistencia, la transición y el largo esfuerzo que hasta hoy se extiende para derrotar la impunidad.
En esta fecha, treinta años atrás el general Augusto Pinochet, contando con la complicidad de los Estados Unidos ahogó en sangre la democracia constitucional del Presidente Salvador Allende.
Allende al frente de la Unión Po pular, había triunfado en las elecciones generales del 4 de septiembre de 1970, logrando una mayoría relativa de votos (36.3 %), frente al derechista Partido Nacional (34.9%) y a la Democracia Cristiana (27.8%). También había derrotado, y no era poco, a los millones de dólares con los que la CIA intentó influir en el proceso electoral.
PLAN CONTINENTAL DEL TERROR
Chile se sumaba, el 11 de setiembre al plan continental del terror, conocido como el Plan Cóndor, que acabaría con la democracia y los intentos de liberación nacional y social del pueblo chileno.
Augusto Pinochet Ugarte había sido designado poco tiempo antes Comandante en Jefe del Ejército. Seguramente Allende no se imaginó a quien ponía al frente de la institución que detenta el poder de las armas. Tampoco que esa institución del Estado se transformaría en una pandilla de asesinos y desaparecedores. Tampoco seguramente calibró y si lo hizo, pudo evitar, el anudamiento de intereses de la oligarquía con sectores de la clase media y la pequeña burguesía aliados para ahogar en sangre la vía chilena. Ni el papel cumplido por determinados medios de prensa, como FI Mercurio, azuzando implacablemente en contra del gobierno popular, en una guerra santa contra el “comunismo”.
A poco de ganar Allende las elecciones, la oligarquía chilena acordó con los Estados Unidos, representados por un selecto grupo de la política estadounidense (Richard Helms, Director de la CIA, John Mitchell, Fiscal General de la nación y Donald Kendall), la intervención estadounidense. Con este mismo grupo, antes de las elecciones intentaron evitar que Allende llegase a la presidencia y con ese fin lograron el concurso del presidente Richard Nixon y su Asistente de Seguridad Nacional, Henry Kissinger.
Desde el 15 de septiembre de 1970, la sentencia de muerte de Allende ha bía sido decretada por Nixon que instruyó a la CIA de que un gobierno Allende era “inaceptable” para Estados Unidos y que tomara “un papel directo” en la organización del golpe militar.
Esta operación realizada bajo la supervisión de Kissinger para hacer “todo lo que está dentro de su poder para condenar a Chile y los chilenos a las privaciones y la pobreza más extrema, dentro de una política diseñada para largo tiempo”. Durante tres años se desarrolló esa operación de terrorismo internacional estadounidense. Finalmente se cumplió el sueño de destruir la democracia de la Unidad Popular chilena.
Se conoce a partir de documentos desclasificados, que EE.UU no quiso esperar los tres años que finalmente debió esperar. Que había ordenado a la CIA la concertación del golpe de Estado, antes del 11 de setiembre, pero que la CIA les había resp ondido que “la acción militar era imposible”, debido a la “inercia apolítica y constitucionalista de los militares chilenos”.
Sin embargo finalmente la destrucción de la economía, la acción de bandas terroristas paramilitares, la organización de una guerra psicológica a través de los medios de comunicación junto al fortalecimiento de las fracciones golpistas dentro de las Fuerzas Armadas, crearon las condiciones objetivas para la consumación del golpe.

PARA QUE EL “NUNCA MÁS” SEA REALIDAD
La idea de que el pueblo puede tomar las riendas de su propio destino, es una idea que no es admisible para los que se creen los dueños del mundo y actúan como su policía.
Los pueblos que cometen el “crimen” de querer hacer realidad el sueño de un proyecto histórico de democracia popular y soberanía nacional generan la sentencia de muerte de parte del Estado imperial, que Chomsky denominó como el “Estado gangsteril”.
Hace poco, nosotros recordamos los 30 años de nuestro “11 de setiembre” y repetimos muchas veces el “nunca más”. Pero no alcanza con decir nunca más, hay que trabajar para que el nunca más, sea realidad Sin ingenuidades, ni tremendismos Pero sí con firmeza.
La lucha contra la impunidad y todo lo que ello implica de resguardo democrático y de fortalecimiento de poder ciudadano, es quizás una de las formas más efectivas de materializar el NUNCA MÁS.