viernes, 29 de agosto de 2008

UNA RELACION COMPLICADA.



Articulo publicado en el sitio web del PVP



Tiempo atrás, bajo el titulo “LA TENSIÓN ENTRE GOBIERNO, PARTIDO Y SINDICATOS”, el politólogo Oscar Bottinelli, realizó en Radio “EL ESPECTADOR” algunas consideraciones, sobre un tema sobre el que nos parece que es necesario ahondar.
El análisis califica de “complicado” el relacionamiento entre un partido político y el sindicalismo, cuando el primero es de izquierda y tiene el gobierno. Y, que esa complicación, también la pueden padecer, cuando el partido que esta en el gobierno, aún sin ser de izquierda, es de “alta estructuración y alto funcionamiento permanente”.
Para el caso que nos interesa analizar – la relación FA-Sindicatos, a la luz de acontecimientos de público conocimiento como lo es el prologado conflicto de ADEOM con la IMM, nos encontraríamos ante un partido en el gobierno que suma las dos características anteriormente enumeradas: que es de izquierda, estructurado y de alto funcionamiento permanente.
No es de extrañar, que existan tensiones, si ese partido fue llevado al gobierno por un caudal tan importante de votos de la ciudadanía, y entre esos ciudadanos, una gran parte (sino la mayoría) son asalariados organizados en sindicatos . Y si además se trata de una fuerza política que funciona, consultando y definiendo democráticamente sus políticas en el gobierno , es lo normal. Y lo más democrático, cuando los Partidos y los sindicatos tienen muy claro su papel y su rol en la sociedad.
Los partidos que tiene sus principales y minoritarios - desde el punto de vista numérico -, sostenes en los banqueros, empresarios y sectores económicos hegemónicos, y que por otra parte logran los mayores apoyos electorales que los llevan al gobierno, mediante la demagogia programática, pueden en la lógica del análisis en cuestión, también tener un relacionamiento “complicado” con quienes mayoritariamente los llevaron a ejercer el gobierno. Decimos que pueden, sin mantienen un alto funcionamiento permanente, ergo si son auténticamente democráticos.
¿Se imaginan al Partido Colorado convocando en los años 60 a los ciudadanos a votarlo, anunciando que congelaría los salarios? ¿O que habiendo logrado el apoyo ciudadano sin proponer esa eventualidad, se decida hacerlo y para ello convoque a sus votantes para definirlo? Es inimaginable.
En nuestro país históricamente, cuando los gobiernos hacen lo contrario a lo que prometen, o aplican políticas que atentan contra los intereses de sectores de la ciudadanía, lo que se han generado no son escenarios “complicados”, sino escenarios represivos (medidas prontas de seguridad, escuadrones de la muerte, represión, asesinatos y en algunos casos, dictadura). Eso no hay que olvidarlo.
Cuando el politólogo nos propone “mezclar los tres elementos” (partido, gobierno y sindicatos), en la retorta de su análisis politológico, lo que es claro, y muchas veces se omite, es que – a diferencia de otros escenarios-, no habrá escenarios represivos.
Creemos, que no nos encontramos, como pretende el análisis ante “desajustes” de los tres elementos, a partir de que el partido Frente Amplio es la fuerza cuyo personal político ejerce el gobierno. Por lo tanto, no se trata de piezas que en el nuevo escenario de la izquierda en el gobierno “empiezan a ajustarse y desajustarse” con relación a como actuaban cuando la fuerza hoy en el gobierno, era oposición.
Es obvio como lo sostiene el análisis que la fuerza política en el Parlamento cuando es del mismo signo que la del gobierno, es parte del gobierno, pero muchas veces a la hora de “juzgar” a las conductas del sindicalismo, se omite, que desde el oficialismo parlamentario también aparecen disensos “conflictivos” con la política del Ejecutivo. La diferencia entre uno y otro, por obvio que parezca, es un dato importante de destacar: se sustancian en ámbitos distintos, donde los actores se mueven y se posicionan mediante articulaciones complejas con la realidad.
También es obvio, que cuando una fuerza política en el Parlamento, no es gobierno, es oposición. Y que en ese caso, puede (generalmente lo es) coincidente con la acción reivindicativa de los sindicatos.
El cambio de escenario, con la llegada del Frente Amplio al gobierno, produce un desajuste en una de las piezas: en la de la fuerza política y no de las dos piezas. Por otra parte, ese desajuste no es nuevo, ya que en el pasado muchas veces la fuerza política debió corregir sus definiciones para acompañar movimientos que se producían a nivel de la sociedad (plebiscitos, etc.). De ahí que resulta aventurado calificar que se actuó “cómodamente” como oposición. También en las definiciones de su rol de oposición, la izquierda debió en más de una oportunidad, acompasar sus definiciones a partir de la presión desde las organizaciones sociales.
El Frente Amplio no podía ignorar, es más, comparte una raíz común, en el que la independencia de los sindicatos ante el Estado y los gobiernos, es un principio cardinal y saludable democráticamente hablando. Por lo cual, ante la experiencia de su primer gobierno departamental de Montevideo, debía al menos intentar crear las condiciones que le permitieran desactivar un elemento que podía complicarle el escenario en esa primera experiencia: los conflictos derivados de reclamos del sindicato de los trabajadores municipales nucleados en ADEOM. Por esa razón la administración del hoy Presidente de la República Tabaré Vázquez, otorgó importantes mejoras económicas. También es cierto, que allí existía una sensibilidad distinta con relación a los trabajadores. Y no una mera operación de “neutralización” de la acción sindical reivindicativa.
El crear las condiciones para que los reclamos de los sindicatos, no afecten la gestión, necesita de algo más que la apretura de las canillas de las arcas comunales.
El análisis que por otra parte busca legitimarse en charlas privadas del fallecido referente histórico del Frente Amplio Liber Seregni, ubica el “error inicial” en que aquel aumento salarial y mejora de las condiciones de trabajo, no tuvo “una contrapartida del gremio municipal”.
¿De qué contrapartida se habla?
Los trabajadores y por ende los sindicatos a partir de los cuales realizan sus reivindicaciones siempre tienen la obligación de mejorar las condiciones de vida de sus afiliados. De ahí, que sea legítimo, que siempre quieran ganar más y ese interés intenten plasmarlo en los convenios colectivos. Es en esa lógica, que por lo general se resisten las cláusulas de paz o los acuerdos sociales que intentan frenar o impedir el desarrollo de ese interés legítimo de querer mejorar siempre sus salarios, etc. Es más, en una sociedad capitalista, donde las empresas buscan maximizar sus ganancias, es lógico y natural que los trabajadores busquen maximizar sus ingresos. Mejorar los ingresos de los que viven de su salario no puede ser visto como una “concesión” y menos como “una generosidad”, que no fue entendida. Quien no entendió, en todo caso, es quien piense eso.
A renglón seguido el analista se interna en la experiencia internacional, para tratar de encontrar un modelo. Por suerte no nos endilga a los uruguayos el modelo soviético, ni el del peronismo, en el que “los sindicatos actúan muy subordinados al gobierno y al partido de gobierno” y por ende “el partido manda al gobierno y a los sindicatos” siendo “correa de transmisión de los intereses del gobierno”. Tampoco nos ubica en un modelo similar al del Partido Laborista Ingles, en el que los sindicatos forman el partido y en consecuencia el partido es el instrumento del sindicato.
Hemos sostenido en otras oportunidades que la unidad de la izquierda es impensable, sin el proceso de unidad sindical que la precedió, por esa razón no es de extrañarse y menos asombrarse de la existencia de “una relación muy fuerte” entre los partidos de izquierda y los sindicatos. No es que en la izquierda se considere éticamente incorrecto enfrentarse o discrepar con los sindicatos. Lo que es políticamente incorrecto, es que la relación entre la izquierda devenida en fuerza de gobierno y los sindicatos, sea de subordinación. No es un pecado político que la lógica del Estado administrador de los derechos de los ciudadanos, se enfrente a los sindicatos cuando estos defienden los derechos de sus trabajadores.
Un último aspecto referido al análisis de Bottinelli. Según el politólogo, durante el desarrollo de la huelga contra el golpe de Estado de 1973, Seregni habría impuesto que en esa huelga política, la acción sindical política debía estar “subordinada al instrumento político”. Entonces, ¿quienes ven en el comportamiento- por ejemplo del sindicato de ADEOM-, un comportamiento afín a una estrategia política (y por ende resultado de una acción de un partido contrario al FA y su gobierno), sólo vislumbran como remedio, una acción también estrictamente de política partidaria en la interna del sindicato?
¿Y esa acción, de que lógica estará impregnada: de la emergente de la estructura de gobierno o de la estructura político partidaria?
La respuesta a esa interrogante no es un tema menor, y nos remite a otro problema que también nos introduce el análisis de marras, y que se refiere al problema “entre la estructura de gobierno, la estructura parlamentaria y la estructura central”, en la que una es el resultado “de los votos de las elecciones nacionales, y otro de la lógica electoral interna, de los votos de las direcciones internas del Frente”.
El problema se vuelve aun más interesante, si se constata que hay una no correspondencia entre la influencia (no subordinación) de grupos políticos con mucho peso electoral, que no se manifiesta en el movimiento sindical.
Estamos de acuerdo, como lo consigan el análisis, de puede haber “distintas visiones” desde las cuales “la gente cuando está en distintos ámbitos ve las cosas desde distintas perspectivas” y “que también hay juegos de intereses distintos”.
Hugo Cores, al referirse al papel del Frente Amplio, cuando estaba en la oposición destacaba como aspectos sustanciales de la fuerza política: el “contacto con la sociedad, no preso de la estructura institucional, buscando alianzas con la sociedad, un verdadero partido opositor que irradiara permanentemente líneas de esperanza”. Lo interesante, nos parece, sería preguntarnos como nos “suena” esa misma frase, cambiando la palabra “partido opositor” por “partido de gobierno”.
El sindicalismo y la política, no es pasible –en estos tiempos-, pensarla con una suerte de conducta refleja y condicionada. Tampoco es posible pararse ante el entramado de intereses presentes en la sociedad, con una suerte de solución química que naturalmente “precipita” los intereses legítimos, de los ilegítimos.
La cultura de una sociedad- en cuanto patrón de conductas socialmente aceptadas- es un terreno en disputa, en la que el neoliberalismo y los años de autoritarismo y dictadura han dejado su huella. Ni los sindicatos, ni las organizaciones políticas, están por fuera de esas condicionantes. Pero las responsabilidades, no son las mismas.
De ahí, que la “intervención” del mundo político, en el mundo de los intereses, muchas veces corporativos, es una labor permanente y de largo aliento. De esa forma, se pueden acomodar algunos zapallos del carro: del carro de los sindicatos, del gobierno y de los partidos. Y sobre todo, contribuirá a separar la paja del trigo.
Un último aspecto. Siempre fue una preocupación permanente de la acción sindical, tener en cuenta que toda lucha del “trabajo contra el capital”, implica otro actor, que de no tenerse en cuenta conduce a errores y consecuencias profundas al movimiento sindical en su conjunto. Nos referimos a lo que se da en denominar, la batalla por la opinión pública.
El sindicalismo uruguayo, aún en sus mejores épocas y fortalezas, tuvo claro que los resultados electorales donde muchísimos (sino la mayoría) de los trabajadores votaban a los partidos tradicionales, era un dato ineludible de cualquier estrategia de lucha sindical. Por esa razón, ganar la batalla de la opinión pública, era una tan importante como vencer a la patronal.
Quizás el error principal, de algunas estrategias desarrolladas desde tiendas sindicales, parta de que se piensa equivocadamente, que él hecho de que electoralmente la izquierda haya tenido una victoria holgada, termino por eliminar de las preocupaciones de las estrategias de lucha gremial, la mentada batalla por la opinión pública.
Y, ya no un “error”, sino una concepción política asumida, es aquella que trata ya no de “influir” en los procesos, si no de pensar-equivocadamente-, que se los puede cambiar desde la lucha puramente reivindicativa.
Raúl Olivera