miércoles, 29 de julio de 2009

LA IMPORTANCIA DE LAS CONSIGNAS.

Atrás de una consigna, suele verse únicamente el estado emocional de exhaltación de quienes la levantan. El hecho que las mismas ordenen durante un periodo, las acciones de quienes la levantan, suele ocultar el carácter fundamental que ellas deben encerrar, para no ser efímeros resultados de iguales estados de animo.
Si bien es cierto, que generalmente una consigna debe encerrar, captar y proyectar un estado de situación en un momento determinado, su verdadero valor se expresa en su capacidad continua de generar nuevas adhesiones que trascienden las situaciones o los momentos históricos en que se generaron.
Muchas veces, se confunde el Programa con la consigna, o se transforma un postulado programático, en una consigna. Esa operación, realizada a destiempo, puede acarrear más inconvenientes y dificultades que ventajas.
Una buena consigna, además de estar al servicio de avanzar hacia los objetivos programáticos, debe tener la capacidad de generar en torno a ella un continuo desarrollo de acumulación de fuerzas. Es esa acumulación la que resuelve favorablemente una lucha y no la simple enunciación del objetivo transformado en consigna.
Por otra parte, una buena consigna, también debe tener muy especialmente es cuenta el escenario mas general de una contienda o lucha reivindicativa. No siempre la consigna mas “radical” o finalista es la más adecuada para producir avances verdaderos.
Por ejemplo, esta dentro de los objetivos finalistas del movimiento obrero el terminar la explotación del hombre por el hombre. Sin embargo, a muy pocos obreros, se les ocurriría levantar hoy – en el marco de la crisis actual -, la consigna de que las fábricas pasen a manos de los obreros para que tras ellas se realice una gran acumulación de fuerzas movilizadas en torno a ese fin. La consigna que levantó el PIT/CNT, en oportunidad de conmemorar el día de los trabajadores, por supuesto, fue otra.
Todo este razonamiento, viene a cuenta de una consigna que construyeron y levantaron los pueblos que vivieron los efectos del terrorismo de Estado orquestado por las dictaduras del cono sur de los años 70 y 80. Y que hoy, adquiere un valor importante a la hora de denunciar y condenar los sucesos que sacuden a la república de Honduras.
¡NUNCA MAS!
Ese ¡Nunca más!, pronunciado por el Fiscal Strasera en nombre de la fiscalía (el Estado), no podía ser obviado por los jueces que debían pronunciarse sobre la culpabilidad de la Junta Militar Argentina del genocidio perpetuado en la vecina orilla.
25 años después esa misma consigna pretende conmover desde el pronunciamiento de organizaciones sociales uruguayas, igual pronunciamiento de culpabilidad por parte de la comunidad internacional. Y más aún, frente a esa culpabilidad, medidas ejemplares que aseguren que ni un día más debe mantenerse la situación de anormalidad democrática en Honduras.
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Si bien no son pocas las voces que a nivel de los movimientos populares denuncian la debilidad de la respuesta de la Casa Blanca y la comunidad internacional ante el golpe de Estado en Honduras, ellas no han sido suficientes para hacer realidad el mentado ¡Nunca más!
De ahí que la inmensa mayoría de los países de América, reconozcan al depuesto Manuel Zelaya como único presidente legítimo y, que sin embargo contradictoriamente, convaliden el golpe encomendando a Oscar Arias, que actúe como “mediador” en el conflicto. ¿Cuál es el “medio” entre democracia y dictadura? ¿Cuál es entre normalidad del funcionamiento de las instituciones de derecho y la pretopencia militar?
Esa ambigüedad es contradictoria con la categórica condena al golpe de estado en Honduras realizada por el secretario general de la OEA.
Al igual que un verdadero nunca más paso y pasa para los países que sufrimos las consecuencias de las dictaduras del pasado, por aplicar justicia en forma ejemplar. En este caso, es adoptar todas las medidas que sean necesarias para evitar que el golpe se consolide. No debería escapar a ningún análisis la gravedad de esta situación: en la que además de afectarse la vida democrática de Honduras, se lastima seriamente el sistema internacional, con la proliferación de múltiples formas de violencia por parte de las fuerzas armadas. La justeza con que desde las organizaciones sociales uruguayas, se ha captado la importancia de movilizarse y repudiar el golpe de estado en Honduras, es un claro ejemplo de cuando una consigna, es justa y adecuada. Y cuando ello es así, no se puede más que movilizarse en repudio a este intento de frenar los avances sociales en ese país hermano. No actuar así es permitir ese atropello a la dignidad del pueblo de Honduras y dar señales para que .en el futuro sea posible la ofensiva militarista en el continente.
Decir ¡NUNCA MÁS! Es hacer todo lo que este a nuestro alcance para que nunca más sea posible la instauración de dictaduras militares en el continente.
Raul OliveraPublicado en Nº 90 de Trabajo y Utopía, julio 2009