miércoles, 1 de diciembre de 2010

presentacion de Raul Olivera del libro Piedras pequeñas. Historias deviejos obreros comunistas


01 de diciembre de 2010
Buenas noches:

Quiero empezar mi participación en la presentación de este valioso trabajo de Helena y Mariana, haciendo dos agradecimientos. Uno de ellos es obvio y de orden. Expresar el agrado que me produce el que estas jóvenes hayan creído, seguramente más por viejo que por sabio, que podría realizar un aporte en esta presentación en sociedad de Piedras pequeñas, Historia de viejos obreros comunistas. Espero no defraudarlas El otro agradecimiento y mas importante para mi, es también para Helena y Mariana y es por haber realizado este libro.



Centrare mi intervención, en esos aspectos, que se ubican en torno al hecho de que dos jóvenes sientan la necesidad de hurgar en lo que algunos han denominado historias mínimas y que ellas con más acierto denominan piedras pequeñas. Su merito es también, en que no se trata de una búsqueda, una curiosidad puramente académica. Creo, sin ninguna duda, que es una búsqueda hecha desde el alma, que es una forma poética de decir, que es un búsqueda desde las necesidades de la acción y los desafíos del hoy.



Escribir un libro de este tipo, es un arte y una batalla. Un arte en cuanto creación y una batalla en cuanto busca derrotar al mismo tiempo a dos adversarios muy fuertes. Por un lado la desvalorización de la cultura obrera como condimento y fundamento de la cultura de la izquierda uruguaya; y por otro hacer un aporte que ayude a recuperar el arte de leer sobre nuestra historia a partir de los testimonios de sus protagonistas. Si como dicen, que leer es un ritual íntimo, en la que el libro es una suerte de espejo en el que solo podremos hallar en él lo que de alguna manera ya llevamos dentro, creo que quienes lo lean, tendrán la posibilidad de poblar sus mentes y sus almas del aire fresco indispensable para seguir soñando con una sociedad justa y solidaria. Esperemos que en estos tiempos cargados de desafíos y de confusión, sean muchas las almas y las ideas que se pueblen de esperanza al mirarse en este espejo.



Hugo Cores solía usar el libro Alicia en el país de las maravillas, para ejemplificar uno de los desafíos permanentes que tienen los militantes de izquierda. Decía que en el país de las maravillas, se le entregaba a sus visitantes un espejo, para que se miraran y no se olvidaran de quienes eran. Este libro, es una suerte de espejo, apostemos a que muchos se miren en él…y si fuera posible, que florezcan cientos de estos espejos, para que nadie se olvide de donde venimos, quienes somos y a donde debemos, empecinadamente, ir.



Mediante el recurso de entrevistar, de hacer hablar a los protagonistas de este libro, las autoras intentan encontrar las claves de los secretos del tiempo y de la vida de viejos luchadores comunistas. Veteranos bolcheviques cuyas vidas había mezclado sus días y sus noches con un periodo crucial de la historia de nuestro país.



Muchos pueden pensar, y razón tienen para ello, que el momento mas importante para la izquierda en nuestro país, es éste que vivimos ahora, a partir de haber alcanzado el gobierno, de tener la oportunidad de empezar a hacer realidad el proyecto de sociedad soñado. Para los comunistas, la sociedad sin explotados ni explotadores, o para decirlo más poéticamente la sociedad del pan y de las rosas.



Muchos pueden creer y también les sobran razones para ello, que el periodo más importante de la izquierda, es el de la forja. Los momentos en que se construyeron las bases de una cultura de la izquierda sobre la que se crearon los cimientos sobre la que se asienta y se pueden explicar los avances del hoy. Y porque no, también algunas de las dificultades del ahora.



En nuestro país, existió una cultura obrera, una cultura de izquierda que se fue construyendo trabajosamente, desde los sindicatos, las sociedades de resistencia, con los aportes de las ideas y las experiencias de vida que nos trajeron los inmigrantes europeos. Y dentro de esa cultura general, distintas corrientes y organizaciones políticas, supieron particularizarse, identificarse, dentro de esa cultura. Existió, entonces, una cultura comunista, una cultura libertaria, una cultura socialista.



Cuando uso el término cultura, quiero referirme al conjunto de valores, ideas, una concepción del mundo que se trasmite de generación en generación. En realidad, habida cuenta que esa cultura no era la dominante en la sociedad, deberíamos hablar de una suerte de contra-cultura. Hablar, escribir, hurgar en los secretos del tiempo y de la vida de los viejos militantes, ya sean comunistas, anarquistas o socialistas, es recorrer la urdimbre de esa cultura. No se trata de una urdimbre que se confunde con la trama. Es gruesa, se palpa y se ve a simple vista, en el libro.



Un libro de este tipo, creo que puede ser leído desde dos miradas diferentes, pero complementarias.

Un de ellas es conducida por las respuestas que los protagonistas van dando a las autoras. La otra lectura debe ser mas sutil. Debe ir descubriendo claves que son una suerte de telón de fondo de los relatos en los que se va dando cuenta de la vida de los protagonistas. Lo que se relata, lo que muchas veces muy trabajosamente se extrae del fondo de los recuerdos, no es la vida militante pura, separada, amputada de los aspectos de la vida cotidiana de hombres y mujeres, que sufren, aman, sienten alegrías y dolores frente a los hechos mas simples de la vida.



Ni los que preguntan, ni los que responden intentan construir o representar héroes, seres extraordinarios, fuera de serie. ¿Qué es lo que impide esa amputación, esa separación entre las conductas específicamente militantes y el transcurrir de la vida diaria de mujeres y hombres que tienen una familia, que deben parar la olla, que traen hijos al mundo ? Una visión del mundo que pretendía ser incluyente de todos los aspectos de la vida: eso es la cultura de las organizaciones políticas que hunden sus orígenes en la historia.



Un último aspecto que no quería omitir, los entrevistados en tanto trabajadores contaron a partir de su condición de tales, con algunas ventajas y también dificultades para construir y mantener “su” cultura. Paradójicamente dentro de las ventajas estaban las formas en que se desarrolló la producción capitalista durante muchísimos años en nuestro país, que permitió la existencia de “lugares comunes”, en el que trascurría más de la tercera parte de la vida de los hombres y las mujeres que vivían del esfuerzo de su trabajo: la fábrica, el taller, etc.




Instalar allí en ese mundo cargado y agobiado con las lógicas del mundo capitalista, una cultura de solidaridad, hermandad y fraternidad no fue una tarea fácil. Pero era una escuela, a la que con otros fines, los “alumnos” concurrían durante gran parte de su vida y donde la labor tesonera de militantes obreros avanzados realizaba su labor de difusores y propagandistas. Fue necesaria e imprescindible una persistente y prolongada acción de los portadores de la cultura “obrera”, para contrarrestar el individualismo, la competencia y la insolidaridad que imperaba dentro y fuera de los lugares de trabajo.



La constitución de los sindicatos para defender los problemas del llamado mundo de trabajo - en primera instancia muy ligados al ámbito de una fabrica -, fue la primera materialización de una batalla ganada por la “cultura obrera”. La construcción de las Federaciones de sindicatos y de la unidad de ellas en una Central o Convención, han sido pasos de gigante en el desarrollo de la cultura de los trabajadores.Que esos avances han tenido sus efectos en otros niveles de la actividad social y política de los hombres y mujeres de nuestro país, es algo que esta fuera de discusión. Es impensable en nuestro país la construcción de la unidad política de la izquierda, sin ver y comprender en su justa dimensión, la unidad sindical que le precedió.

El superar el economicismo, el corporativismo y entender la importancia de levantar un Programa global para la sociedad desde las herramientas del movimiento sindical, es un paso gigante que dieron los trabajadores en nuestro país. Y es por esa razón que la fortaleza de una fuerza sindical, debe ser medida en función de la relación dialéctica entre la perentoria satisfacción de las reivindicaciones más inmediatas y los niveles de conciencia alcanzados por el instrumento sindical y los trabajadores en tanto ciudadanos, actores políticos en los procesos de cambio.



Sin embargo, la proyección política de los trabajadores y sus instrumentos de lucha - los sindicatos -, en cuanto actor político, hacen necesaria la existencia de un componente continuamente amenazado de tentaciones: la independencia de clase.

Ni el seguidismo a las políticas oficiales, ni desentenderse de los desafíos globales de la sociedad, son elementos que contribuyan al mayor desafío de nuestra sociedad: la profundización de la democracia.



Es en el escenario de más democracia, donde los trabajadores tienen mayores posibilidades de conquistar un mundo mejor, más justo, más solidario y con justicia social. Por esa razón el trabajar denodadamente para ser portadores de una cultura democrática y con ella actuar a nivel de la sociedad, es una práctica arraigada en la mayoría de las organizaciones sociales uruguayas.



Enmarcado en esa concepción, es explicable la lucha contra el autoritarismo militar, los cientos de vidas entregadas, la resistencia a la dictadura y la actual lucha contra la impunidad que hoy esta articulada con el reclamo de que el parlamento termine de una buena vez con la ley de caducidad.

Terminar efectivamente con la impunidad, es el mejor y merecido homenaje que le podemos hacer a la labor sacrificada de miles de militantes clandestinos que fueron engrosando, en un número considerable, las listas de asesinados, torturados, desaparecidos, prisioneros, exiliados.

Muchas gracias

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