viernes, 3 de septiembre de 2004

MORIR COMO LOS ESQUIMALES. (cuento corto)

Por Raúl Olivera.

Les cuento que hoy es un día cargado de mucha humedad, lo siento en mis huesos. Por momento sale el sol. Los ciruelos se han cargado de azares, el pasto crece y crece. Los brotes de los árboles empujan en las ramas para parir sus hojas. No hay aún muchas flores, pero una mañana de estas, parecen que se confabularan para hacer una multicolor concentración en el campo.
En medio de esta plétora de una incipiente y amenazadora primavera, el 13 de setiembre debí concurrir al CASMU. Fuertes y pertinaces dolores en ambos hombros desde hace tiempo, me obligaron a enfrentar la siempre resistida concurrencia a un consultorio médico.
Ricardo, además de médico es también un amigo. Eso y los dolores me decidieron. Sacarme un par de placas de los dos hombros, con ellas concurrir a ver un traumatólogo y una conversación sobre otros temas, que no quise extender por comparecerme con los pacientes que aún esperaban, fue el resultado de esa entrevista.
La eventualidad de que a partir del año que viene, el peso de la crisis del país no recaiga sobre nuestro hombros, puso en duda la continuidad del nuevo itinerario médico aconsejado por Ricardo. La duda política de que aún con cambios progresistas, nuestros hombros debían seguir sosteniendo históricas e injustas cargas que no se aliviarían apelando al dicho popular de que “sarna con gusto, no pica”y que uno de los movimientos afectados por los dolores, sea el de los abrazos, me llevó a internarme por los azarosos caminos médicos aconsejados.
La vida siempre nos da oportunidades y señales para arrepentirnos de algunas decisiones tomadas. Esta vez, esas señales provenían del aparato telefónico. Ese es el medio que según la propaganda, han puesto para que nos evitemos la molestia de ir hasta la mutualista a sacar fecha para una consulta.
Esas señales se manifestaban de diversas formas. Ya sea una señal de ocupado que parecía instalada como algo permanente. Ya sea una señal de que la llamada había logrado entrar, pero que sonaba en un mundo donde los seres humanos no existían o eran pocos para atender. Y si existían, no tenían suficientes manos para poder levantar el tubo, so pena de tener que abandonar otros urgencias. También esas señales, dejaron de ser simples sonidos electrónicos, para manifestarse en una voz humana, hasta agradable de mujer.
- Ud. se ha comunicado con el CASMU, si conoce en número de interno, digítelo ahora......
Esa voz agradable de mujer que pretendía darnos los pasos necesarios para satisfacer nuestras demandas, merecería que le escribiéramos un Bolero o un Tango. Una pieza musical en la que le reprocháramos, su insensibilidad...y la espera en la que finalmente nos dejó.
- Espere que a la brevedad será atendido.
Un rápido calculo, me llevó a saber, que el lapso de tiempo que llevaba en el teléfono, me hubiera permitido estar llegando a la mutualista y que los cómputos telefónicos a esa hora, superaban con creces los gastos de mi desplazamiento hasta allá.
Cuando entendí que lo mejor sería convivir con el dolor de hombros o acudir a algún huesero barrial, una nueva voz de mujer, apareció en la línea.
El tramite que yo creí sería simple, al menos después que alguien atendiera el llamado, no lo fue. Yo tenía que obtener fecha y hora para dos cosas distintas. Una para sacarme las placas y otra para ser atendido por un traumatólogo. Esa voz amable, me podía solucionar uno de mis dos requerimientos, el del traumatólogo, pero no el de las placas. Para eso debía llamar a otro número. En realidad, no me podía solucionar nada y así me lo hizo saber, con amabilidad. Para ir a la consulta del traumatólogo, debía contar con las placas. Debía empezar por tener una fecha para sacarme las placas y luego pedir una fecha posterior a aquella, para consultar al traumatólogo.
Impulsado vaya a saber por que inercia, llame al otro teléfono. Logre, no sin complicaciones, una consulta para sacarme las placas y con esa fecha ya establecida, logre finalmente tener una consulta con un traumatólogo. El 13 de setiembre, las placas y el 29 la consulta con el especialista.
No creí que el día 13, era una fecha que se debía descartar por razones supersticiosas. Tenía hora a las 16.00. Fui puntual. Minutos antes de la hora ingrese al Policlínico de la avenida 8 de octubre.
Antes de subir al 2do Piso, debía pagar la orden correspondiente.
Había para pagar ordenes y consultas, una larga cola de más de 100 personas que se ordenaban – es sólo un decir- en una larga y retorcida fila que seguramente de estirarse, saldría del local y ocuparía un tramo importante de la avenida 8 de octubre.
Veinticinco minutos después, de haber pagado 104 pesos, me dirigí a el segundo piso, donde debí sumarme a otra cola ante un mostrador. Más chica pero mucho más lenta, pues no se traba de que el afiliado pagara, sino para recibir por lo que había pagado. En mi caso, registrarme para ser llamado por el departamento de radiología.
Luego de otros veinticinco minutos, quedé registrado y en condiciones de ser llamado.
La nueva espera, tenía una ventaja. La posibilidad de hacerla sentado. Luego de una espera de cuarenta minutos, logré ingresar a la sala de Rayos X y que me sacaran las placas.
Cuando creí que había terminado, recibí una nueva sorpresa, No terminaba la espera.
Les confieso que una larga espera en una mutualista del Uruguay, es una clara muestra de la edad predominante en los habitantes de nuestro suelo oriental. Trate de no pensar que yo estaba en el umbral ( o ya adentro) y como parte de esa gente que entra en esa etapa de su empecinada negativa a morir.
Lamenté no haber llevado nada para leer y poder así matar el tiempo. ¡Que paradoja, matar el tiempo en una institución de salud!
No imaginaba que aún me esperaban otros noventa minutos que demorarían en entregarme las placas. No podía irme y pasar otro día a retirarlas. Existía la posibilidad de que no salieran bien y tener que repetirlas.
Algunas personas conocidas, que trabajan allí se acercaron a saludarme y por momentos me ayudaron a matar el tiempo. Algunos que no conocía se me acercaron a realizarme algún comentario sobre el libro que habíamos escrito con Sara.
Los halagos recibidos, seguramente ahuyentaron cualquier pensamiento agresivo e indiscriminado contra el CASMU y sus empleados.
Una funcionaria que atendía el mostrador donde debían entregarme las placas, fue objeto de mis reiterados reclamos, porque otras personas que habían llegado mucho después que yo, recibían sus placas y se marchaban...mientras yo seguía esperando. Ante cada uno de ellos, me respondía amable y monótonamente.
_ ¿Su nombre?- mientras revisaba el montón de sobre con placas-, Todavía no esta.
. Esa misma mujer, ya al filo de las 19.00 horas, anuncia una nueva tanda de entregas de placas.
El procedimiento de entrega de las placas es bien interesante. Consiste, en la llegada de detrás de una mampara de una funcionaria portando los sobres con las placas, y el atropellamiento esperanzado y rezongón de la gente que espera ante el mostrador. Por nombre de los pacientes (lo de pacientes, va en su doble significado), las va entregando. Cuando lee mi nombre, me mira al parecer, por primera vez y dice.
- Muy bueno su libro.

Comprendí que escribir un libro, poner en letras el nombre de uno, tiene un significado distinto al nombre solamente expresado con la voz. Varias veces en la tarde me había preguntado mi nombre y solo al haberlo visto escrito tomo un significado para ella. Ya no era el paciente que reclama, era una persona que había escrito algo que a ella le había resultado agradable.
Le di las gracias y me guarde un comentario. Comparativamente, las 15 palabras que tenía el informe médico que acompañaba las placas y el tiempo que demoraron en entregarlo, si se dedicaran a escribir libros, muy mal les iría.
¿ Que decía el informe?: Que ambos hombros presentan “incipiente osteofitosis a nivel de la cavidad glenoidea derecha”.
¿Qué quería decir eso? Vaya uno a saber. Estoy tranquilo, porque el 29 de setiembre, un médico (traumatólogo especialista en hombros), seguramente, espero, me lo dirá.
Pero no todo eran pálidas, los autores del diminuto dictamen, culminan sus 15 palabras con: “No vemos calcificaciones periarticulares”.
Que no lo vean, no quiere decir que no existan. No escribieron, NO HAY calcificaciones...
Con mis plaquitas bajo el brazo y con mas dolores en el cuerpo, de los que entré, me retire de la mutualista “DE TODOS”. Debe ser de todos, porque había un mundo allí adentro y muy pocos uruguayos bien pagos para atendernos.
Debo reconocer para atenuar las responsabilidades que las autoridades del CASMU, sin duda tiene por esa situación, que se implementan políticas tendientes a atenuar esta situación de “embotellamiento” sanitario. Algunas de esas políticas, no son visibles.
Entre las visibles, hay que destacar que mientras los socios esperan, como fue mi caso, puede visitar una exposición de pintura, fotografía y esculturas que se encuentra a unos 50 metros. Es cierto que uno no puede prestar mucha atención a las obras de arte, porque corre el riesgo de no escuchar cuando lo llamen desde el mostrador y perder su turno. Y ahí, el que no está, se embroma.
Yo recorrí la muestra cultural leyendo los títulos que lucían las distintas obras. Buscaba alguna que representara con mayor autenticidad el estado de animo de un socio del CASMU: Ninguna se titulaba “La Espera”.
Por algunos minutos creí encontrar esa obra buscada, cuando a la distancia ví lo que creí que era una escultura tamaño natural. Escultura que representaba a una señora de muy avanzada edad, despatarrada y dormida sobre una silla, de cuyas manos pendía un abultado manojo de recetas multicolores.
No era una escultura. Menos aún, una estatua viviente. Cuando me le acercaba, despertó. Miro su reloj y arrancó rauda hacia uno de los mostradores.
La otra política, menos visible, pero seguramente más efectiva consiste en haber ubicado el problema: una gran cantidad de afiliados y pocos y mal pagos funcionarios para atenderlos.
La solución, por supuesto no es la “tradicional”; aumentar los funcionarios o mejorar la gestión.. Es Innovadora. Desestimular que los afiliados vayan a la mutualista. Ni se le ocurra pensar, que lo que se propugna es una política de prevención de salud. Para que los afiliados no vayan, no se trata de que no se enfermen.
La política, muy efectiva, consiste en que ni aún enfermo Ud. tome la decisión heroica de ir a la mutualista. Confieso que en mi caso, esa política ha tenido impacto. Estoy seriamente pensando en convivir armoniosamente con mi incipiente osteofitosis a nivel de la cavidad glenoidea derecha y quedarme con la incógnita de si tengo o solo no ven calcificaciones periarticulares.
Cuando hacía la primera cola, pude presenciar y oír interesantes conversaciones de que quienes como yo, se encontraban cumpliendo el tramite para entrar al infierno de Dante, perdón me equivoque de calle, debí decir 8 de octubre.
-Antes no habían colas, comentaba un señor con un ojo tapado, la gente esperaba sentada y un tablero electrónico les indicara en que “gatera” debía ubicarse para la largada.
Pude saber por otro señor con un corcet horopédico, que el retiro de las sillas, y por tanto la eliminación del tablero electrónico, había sido objeto de una campaña de juntada de firmas.
Sillas sí o sillas, no había sido la consigna de ese impulso plebiscitario de los uruguayos afiliados del CASMU.
Por lo que pude entender, al parecer la voluntad ciudadana no alcanzó para derogar la decisión de eliminar las sillas. No hubo el coraje suficiente para enfrentar a pie firme, esa innovación y por eso ahora había que esperar de pie, que el tablero impersonal y electrónico fuera suplantado por un funcionario que nos despierte de nuestro “sueño del burro” gritándonos:
-¡Caja 8 el siguiente!
Otras interesantes conversaciones pude registrar al esperar las placas en el segundo piso, en los asientos próximos a los teléfonos. Casi el 90% de las conversaciones, empezaban de la misma manera,
-Todavía estoy en el CASMU...
Esa reiterada frase trasmitida a sus interlocutores, me dio para sacar algunas conclusiones.
La expectativa con la que llegaron o salieron de sus casas, se derrumba ante la realidad. Decir “todavía estoy en el CASMU, predispone a quien está dirigido el mensaje, a una incertidumbre temporal: no se sabe cuando se regresará.
Creo que a las excusas por demoras, de los maridos y las esposas infieles, debería incorporarse la de haber ido al CASMU. No solo hay un espacio de tiempo de disculpa, sino que también hay una disculpa por lo “destrozado” que se llegue a casa.
Cuando salí a la calle, el frió me llevó a pensar que le pediré a mis hijos que dentro de unos años, hagan conmigo lo de los esquimales. Me abandonen en los hielos lejanos del polo norte a esperar la muerte. Esta otra doble espera, no es humana.
Setiembre de 2004.

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