viernes, 15 de febrero de 2008

HISTORIA Y PERSPECTIVA DEL MOVIMIENTO OBRERO

HISTORIA Y PERSPECTIVA DEL MOVIMIENTO OBRERO.
Por
Raúl Olivera Alfaro.
Esto que trasmitiremos, son solo algunos apuntes en torno a la historia y perspectiva del movimiento obrero. Empezaremos por referirnos al contexto en que se procesa la unidad del movimiento sindical
Referirnos a eso es muy importante. Es imprescindible para aquilatar adecuadamente las respuestas que se articularon ante el proceso de autoritarismo creciente de los años 60 y su instalación con el golpe de Estado.
Pretendemos que las mismas sean una contribución a las responsabilidades y los desafíos actuales.
En nuestro país, existió una hegemonía de la burguesía durante un extenso periodo de su historia, en lo político, lo económico y lo social, que era ejercido en forma pacifica.
Que esa hegemonía tuviera un carácter institucionalizado, con la existencia de un importante peso del estado de derecho y por tanto en la que la persuasión política ocupaba un papel importante y predominante, es una diferencia importante entre nuestra formación social y otras del contexto latinoamericano.
Hugo Cores sostenía que Uruguay era “un país con largas tradiciones de convivencia y de dominación pacíficas donde el predominio de los elementos ideológicos” era muy fuerte.
En ese contexto, el desarrollo de la reproducción capitalista y una avanzada legislación permitió contemplar muchas de las demandas reivindicativas de los trabajadores. Al mismo tiempo, eso era acompañado de un desarrollo importante en los sectores medios y avances importantes en las áreas de la educación pública, la salud, etc.
A esa situación se llega también, con una contribución fundamental del movimiento obrero liderado por anarquistas y marxistas. Ese proceso de democratización y avance social en lo económico, lo político, lo culturales y de los derechos civiles, fue el resultado de las luchas de los trabajadores y de círculos intelectuales portadores de ideas socialistas instaladas en el país.
La muerte lenta pero inexorable de “la Suiza de América” y con ello el avance del autoritarismo, son la consecuencia de la finalización de una inserción del Uruguay en el sistema capitalista mundial que nos había permitido a través de la exportación con buenos precios de la lana, la carne y los cueros, tener tasas sostenidas de crecimiento del producto bruto y del ingreso de los trabajadores.
La caída de los precios de esos productos en 1930, produce un estancamiento del sector agro-exportador. Muchos de, los capitales de ese sector se trasladan a la industria y producen en el país un ciclo relativamente importante de prosperidad durante la segunda guerra mundial y que dura hasta mediados de los 50. Allí, se nacionalizaron los ferrocarriles, las obras sanitarias del Estado, una parte de la industria frigorífica, se crea la ANCAP, etc.
En 1955 se inicia una crisis estructural muy profunda en América Latina. Estancamiento de la producción, disminución del producto per cápita, comienzo del deterioro del nivel de vida de los trabajadores. Eso, en nuestro país, a diferencia de lo que ocurrió en países vecinos, no tiene consecuencias políticas inmediatas. En Brasil origino el suicidio del presidente de la república y en la Argentina golpes militares.
El reordenamiento internacional, el avance de las transnacionales y del imperialismo, acentúan la concentración monopólica de la tierra, debilidad en la industria de sustitución de importaciones, etc. En ese escenario, en 1959 Uruguay firma la primera Carta de intención con el FMI dando comienza a un proceso de adaptación a las condiciones cada vez mas duras que le imponen los centros financieros internacionales.
La existencia en el Uruguay de una estructura del sistema político, en la que los partidos tradicionales tenían una base electoral policlasista y un sistema de reclute electoral basado en el clientelismo, determina que, pese a los dictados del FMI no se pudiese terminar – con la profundidad que le era exigido en las Cartas de Intención -, con la distribución de empleos; con el sistema de previsión social, ni con todas las conquistas obreras.
Esa crisis de carácter estructural tendrá un desarrollo lento pero inexorable y de larga duración que será el telón de fondo del proceso de endurecimiento del gobierno de Pacheco Areco y la dictadura militar terrorista que le siguió.
Esa crisis estructural tan profundidad, no pudo también de dejar de producir efectos interesantes en sectores de los partidos tradicionales. Entre ellos, las leyes de reforma agraria de Ferreira Aldunate, la ruptura con el FMI y ciertas medidas populares que se intentaron poner en práctica durante el gobierno de Gestido en 1967, impulsadas por Zelmar Michelini y Alba Roballo.
El fracaso de esos intentos de resolver la crisis desde los partidos tradicionales que no pretendían afectar de manera profunda las estructuras agrarias ni la hegemonía del capital financiero, ni terminar con la dependencia; por un lado reafirmaron el carácter radical y estructuralmente transformador que debía revestir el programa alternativo que se debía levantar para enfrentar esa crisis y por otro lado supuso el abandono posterior de las filas de los partidos tradicionales de importantes hombres.
Hugo Cores, decir, que el Uruguay capitalista en esos años, ya había dado todo lo que podía dar y que con ellos nos encontrabamos ante un dato estratégico básico para el análisis del programa y las líneas de acción de las fuerzas que se plantearan luchar por los cambios estructurales en el Uruguay.
Se acentúa el proceso lento y muy pausado de desplazamiento a la izquierda de sectores importantes de las capas medias; aumenta la sindicalización de los trabajadores públicos que con el agravamiento de la crisis se irán incorporando a la CNT.
Empieza a actuar el MLN y se desarrollan importantes movilizaciones de trabajadores rurales. La influencia de la revolución cubana y el desarrollo de movimientos guerrilleros en América Latina, son un dato importante a la hora de analizar ese periodo tan fermental de nuestro pasado reciente. Al decir de Hugo Cores, “la revolución cubana demostró que en América Latina era posible derrotar a un ejército oligárquico y tomar el poder. Significó un punto de referencia concreto a aspiraciones revolucionarias confusas y permitió reformular en otros términos la discusión entre las corrientes reformistas y revolucionarias que entonces existían en el país”.
La represión policial a los trabajadores rurales de UTAA, genera un movimiento importante de acercamiento entre esos trabajadores y la vertiente obrera en donde tenía mucho peso los comunistas pero que también integraban independientes, socialistas, anarco sindicalistas y cristianos. El impacto de la crisis y la respuesta represiva del gobierno, ayuda a limar asperezas entre las distintas tendencias dentro del movimiento sindical.
En ese periodo nosotros como una de esas tendencias teníamos fuerza en el gremio grafico donde Gerardo Gatti, era su secretario general; en DUNSA con Leon Duarte, en bancarios donde actuaba Hugo Cores y otros gremios. En general nuestra influencia se expresaba en los sindicatos autónomos muy impregnados de prejuicios antipolíticos y anticomunistas.
El paso que dieron nuestros compañeros al participar y ser activos impulsores del proceso de unificación del movimiento sindical para conformar una central nacional unificada en donde estarían los comunistas, causo escisiones en nuestras filas. Por esa decisión, Gerardo Gatti fue tildado de “anarco traidor”.
Ese proceso de unificación del movimiento obrero, implicaba aglutinar distintas centrales sindicales que respondían a distintas tendencias sindicales y a los y a los sindicatos autónomos, en donde radicaba nuestra fuerza y presencia.
En ese proceso, solo quedo al margen la Confederación Sindical del Uruguay, que con el correr del tiempo quedo totalmente desprestigiada.
La constitución de la CNT fue y es un hecho cuya importancia trasciende al movimiento sindical, porque es un componente de otro proceso de la unificación que necesitara aun más tiempo para madurar: el de la izquierda en el campo político.
La CNT nace en el 64 y se consolida orgánicamente en enero de 1966. Hugo Cores al referirse a este fenómeno decía: “El que dirigentes que habían estado durante tanto tiempo tan enfrentados hayan decidido constituir un instrumento sindical en común daba confianza a un sector enormemente importante: los autónomos, que practicaban un sindicalismo muy combativo, pero muy teñido de apoliticismo y de tendencias de carácter economicista”.
En 1965 están dadas las condiciones para el desarrollo de un plan de lucha de la CNT con que ésta empieza a pesar en la vida nacional. El movimiento sindical empieza a resistir las políticas de ajustes al mismo tiempo que desarrolla su programa alternativo que supera la lucha reivindicativa de los temas del mundo del trabajo.
Se estaba en la construcción de una propuesta nacional que se anticipaba en el tiempo a lo que iba a ser el Programa de 1971, la propuesta de la unificación de la izquierda en el Frente Amplio.
Esa propuesta nacional a partir de la defensa del salario y las fuentes de trabajo propone un “Programa de Soluciones a la Crisis”. A través de ese Programa, se plantea soluciones de carácter nacional, antioligárquico y antiimperialista, como la nacionalización de la banca, la reforma agraria, la nacionalización del comercio exterior, la moratoria de la deuda externa, la defensa de la industria nacional, la defensa de los institutos de seguridad social, etc.
Lo que implicaba en el campo político, levantar un programa amplio, de carácter nacional, aglutinador de todas las demandas populares, era un aspecto, - debemos reconocer – que nosotros no percibimos con claridad lo importante que era. Ese fue un merito, fundamentalmente de los comunistas.
Ese proceso de unidad no estaba libre de duras polémicas sobre las líneas de acción de la CNT.
Nosotros le criticamos a la corriente de los comunistas, una conducción que aislaba algunos conflictos de enorme importancia nacional:El conflicto bancario y la huelga de UTE, la de la industria de la carne.
Hugo Cores al referirse a nuestra presencia en ese periodo de fines de los 60, decía que expresábamos “ la sobre vivencia de las ideas anarco sindicalistas con su énfasis puesto en la acción directa, la solidaridad, el carácter “finalista”, emancipador de la acción obrera, aquello que figura como lema de la Asociación Internacional de Trabajadores fundada por Marx de que “la emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos”. Éramos anarquistas con simpatías por la revolución cubana, atravesadas por la revolución cubana, digamos… Con bastantes confusiones, pero empezando a reformular la vieja idea de acción directa de los anarquistas a partir del pensamiento del Che, lo que en algún momento Gerardo Gatti sintetizó en la consigna “acción directa a todos los niveles”. Esto implicaba, no sólo estimular el desarrollo de formas de resistencia violenta por parte de las masas, sino también la necesidad de gestar una suerte de aparato capaz de incursionar en formas de acción más complejas”.
Nosotros, desde el punto de vista de nuestros objetivos estratégicos en pos de la libertad y el socialismo, visualizábamos formas insurrecciónales de asalto al poder. Nuestra acción sindical era funcional a una concepción de construir el poder popular a partir de una activa participación de amplios sectores de trabajadores, de sus destacamentos más experimentados y concientes.
En esos años, nuestros debates, nuestras polémicas con otros sectores de la izquierda, era a dos bandas. Con el reformismo y con el foquismo.
Al foquismo lo catalogábamos como un atajo cortoplacista frente a la trabajosa y lenta tarea de gestar en el seno del movimiento de masas los destacamentos revolucionarios.
Esa concepción que teníamos implicaba, como decía Hugo Cores, “la lucha ideológica con las ilusiones reformistas, algunas de ellas heredadas del periodo anterior como el compromiso batllista entre la burguesía industrial, la clase obrera y la pequeña burguesía y otras que reverdecían a nombre del marxismo como: la “excepcionalidad de la vía uruguaya”, las posibilidades de un tránsito al socialismo a la chilena, etc”.
Sosteníamos era irrealizable construir una auténtica alternativa revolucionaria sin derrotar las concepciones reformistas que prevalecían en el movimiento obrero.
Imbuidos de esos objetivos para nuestros militantes era un requisito ineludible estar insertos en el movimiento sindical y/o estudiantil, participar activamente en todas las tareas cotidianas de organización. Resumiendo teníamos una línea política de masas que tenia como norte el desenlace de un proceso revolucionario a largo plazo y en la que no había atajos.
Es importante destacar entre los Principios fundacionales de la CNT, la fuerte reivindicación de la autonomía de la clase obrera y sus reivindicaciones frente a los partidos y al estado. Otros de los aspectos que dinamizaron los debates en el seno del movimiento sindical, se refieren a la inconveniencia o no, de que la CNT tuviera dirigentes sindicales rentados y a algunos obstáculos para el ejercicio de formas más democráticas y participativas en la vida de los gremios.
En esos dos temas, sosteníamos la necesidad de que los dirigentes fueran trabajadores en actividad como un aspecto fundamental de la democracia sindical, y con relación a las formas democráticas y participativas de la actividad en los gremios, jerarquizábamos la importancia de las asambleas generales y las juntas o congresos de delegados, como forma de evitar que las decisiones quedaran confinadas a los limitados círculos de las comisiones directivas. Pese a que esos temas fueron propulsores de grandes fricciones con los comunistas, siempre se mantuvo la unidad orgánica del movimiento sindical.
Con el telón de fondo la revolución triunfante en la Cuba de Fidel Castro, la revolución cultural de Mao Tse Tung y la derrota del imperialismo en el Viet Nam de Ho Chi Min, el desafió era cómo desarrollar el potencial del movimiento obrero, que vivía un periodo de auge, fruto de la unidad y fruto de la crisis económica
Todo ese escenario producía un auge de las luchas y una mística revolucionaria muy fuerte que marco a toda esa generación de finales de la década de los 60.
Las controversias en el seno de la izquierda intentaban resolver los problemas que según sosteníamos nosotros, no nos ponían a la altura de las fuerzas que la sociedad estaba desencadenando y que habilitaban procesos de transformaciones revolucionarias.
A modo de ejemplo, nosotros escribimos en un material de la Agrupación ferroviaria “DIGNIDAD OBRERA” de la ROE: “no queda para el pueblo otra salida que el enfrentamiento sin vacilaciones, que por largo y duro, no se puede rehuir. Está en juego la supervivencia de las organizaciones sindicales, entendiendo a éstas no como el decorado al régimen (...) es un momento pues, en que la unidad plasmada en la cnt es puesta a prueba. No se trata de saber si la central obrera surgirá entera sin haber luchado. De lo que se trata es de que esa unidad sirva y fortalezca la lucha de todos (...) se trata de evitar el aislamiento de los que luchan y para eso la unidad”.
A partir de esa preocupación a fines de los anos 60 en el seno del movimiento sindical se fue gestando un movimiento que se denomino “Tendencia Combativa”.
Ese movimiento era algo limitado en sus definiciones político-sindicales, pero llego a aglutinar en su seno a militantes de distintas extracciones políticas pero que tenían como denominador común el ser portadores de planteos sindicales radicales, que se confrontaban con las posiciones sustentadas por la dirección mayoritaria de la CNT orientada por los comunistas.
La Tendencia será un activo dinamizador de las luchas populares en el periodo que precedió a la dictadura, que partía de la base de la existencia de condiciones para desarrollar desde la CNT un enfrentamiento más general y profundo contra la política anti-popular del pachequismo.
A su vez en el desarrollo de la vida interna de los sindicatos, la Tendencia combativa propiciaba el desarrollo de formas más participativas de acción de masas, de democracia sindical, de descentralización en la toma de decisiones, de más consulta a las bases. Allí se aglutinaban sectores vinculados o simpatizantes del MLN, de la ROE, de los GAU, del Partido Socialista, del MIR, así como sindicalistas independientes y sectores radicalizados del movimiento estudiantil como el FER y la interagrupacional universitaria.
Debemos concluir hay, que ese desarrollo de todas las potencialidades revolucionarias que se anudaron en ese período, no fue posible ante el predominio que en todo ese periodo que precedió a la dictadura, tuvieron las ideas sustentadas por la estrategia sostenida por el Partido Comunista. Esa conclusión es la que se recojerá en el documento de las 3 F, como balance de la huelga general.
Esa parte importante de la izquierda llegaba a la conclusión de que aquel sistema político y las vía electorales como alternativa de cambio estaban agotadas y que por esa vía era imposible construir una alternativa efectiva de poder en el Uruguay.
El estado paternalista benefactor desaparece completamente, y el personal político del mismo es ocupado por los banqueros y los empresarios. Ello se expresara en el gabinete ministerial de Pacheco. Desde ese bloque en el poder, se incrementara la represión.
Entre el 68 y el 72, el Uruguay entró en un proceso de aceleración histórica. La crisis económica, la concentración del poder político y la aparición de la guerrilla son factores fundamentales de ese proceso.
Ante el impacto creciente que sobre el pueblo y sobretodo de las tradiciones de la vida política produce el autoritarismo como estilo de gobierno, miles de personas estuvieron en condiciones subjetivas de ingresar a la lucha revolucionaria.
Miles de trabajadores fueron protagonistas de huelgas y paros generales y resistencia a las militarizaciones que como respuesta articulaba el gobierno.
El proceso de intensificación y agudización de las luchas sindicales y políticas que vivió el Uruguay a fines de 1970 y principios del 71, fueron provocadas por el gobierno semi dictatorial de Pacheco.
No se trató de la irrupción intempestiva, en la paradisíaca Suiza de América, de ideologías foráneas provenientes de la Cuba castrista. En el Uruguay se vivía un proceso de concentración del poder en manos del Poder Ejecutivo, con un parlamento que tenía cada día una menor y escasa gravitación y que iba cayendo en el desprestigio. Vivíamos una democracia con una falta absoluta participación, que que no toleraba y reprimía cualquier forma de autorganización popular. En la que como consecuencia de la distorsión y el falseamiento de los mecanismos de representación política, se adoptaban decisiones en materia económico-social que afectaban a las grandes mayorías, en materia de salarios, de deterioro del sistema de previsión social, de la educación pública, de falta de apoyo a los medianos y pequeños productores rurales.
La democracia quedó reducida a que cada 4 o 5 años, el ciudadano eligiera entre las propuestas electorales manipuladas a través de los tortuosos mecanismos de la “ley de lemas”, que permitieron, por ejemplo, que Bordaberry fuera elegido presidente con 21% de los votos, un 2% mas que los obtenidos por Seregni.
Decía Zelmar Michelini para cauterizar esa democracia anterior al golpe que el “Uruguay ha asistido en los últimos años al vaciamiento del contenido democrático de sus instituciones”.
Hugo Cores sostenía, polemizando a quienes en la interpretación histórica caen en la teoría de los dos demonios: “Hay quienes sostienen que la izquierda ha desdeñado la democracia y sus valores. Creo más bien que nosotros defendíamos, en nombre de las libertades públicas y sindicales, y de la defensa de los intereses materiales de los trabajadores, los aspectos populares de la democracia, los valores sustantivos que hacen que ésta sea el gobierno del pueblo”.
El 14 de agosto del 68, asesinan a Líber Arce, un estudiante, por primera vez en la calle. Luegos seguiran otros asesinatos.
Hugo Cores concluía que: “Existió un gran potencial de lucha, y no sólo por el salario, sino también por la dignidad y la libertad, al que no se brindó canales unificados de desarrollo. (…) El Uruguay se venía abajo en un sentido regresivo no sólo en lo económico, sino también en lo político, en las normas de convivencia. Daba la sensación de que algo se estaba terminando. Y a su vez sentimos que no era así como lo veía el Partido Comunista y en ese sentido se producían confrontaciones en el seno del movimiento sindical, y a veces también en el seno del movimiento estudiantil, polémicas públicas en las que nosotros le recriminábamos al Partido Comunista tener posiciones excesivamente moderadas o, digamos más brutalmente, conciliadoras. En ese momento su preocupación central era ampliar el esquema de alianzas, que había que crear instrumentos políticos más amplios. Esto no llegaba a romper la unidad de la CNT, pero provocaba dentro de ésta una polémica”.
Desde la ROE, nosotros caracterizábamos la etapa que vivíamos, como de resistencia, no una etapa pre-revolucionaria como la caracterizaban otros sectores cercanos a nosotros.
Esas caracterizaciones eran importantes pues definían la táctica y la estrategia de la lucha por el poder.
Se estaba ante un proceso que ocasionaba un resquebrajamiento en las filas de los partidos tradicionales con el abandono de sus filas de Erro, Michelini, Roballo, Rodríguez Camusso, etc; un sector importante de la intelectualidad se volcaba a la izquierda y mucha de ella expresaba abiertamente simpatías por las acciones revolucionarias; el movimiento sindical llevaba adelante huelgas y conflictos muy prologados, con en desarrollo de formas violentas de acción directa, con frecuentes enfrentamientos con la policía.
En ese panorama, desde la Tendencia visualizábamos a la conducción mayoritaria de movimiento sindical, como excesivamente moderada y apostando a un proceso de acumulación más amplio. Esa estrategia para nosotros frenaba la posibilidad de un plan de lucha de conjunto, una mayor articulación entre las acciones del movimiento obrero y la que estaban operando a otros niveles de la sociedad.
Sin duda, la aguda y enconada lucha ideológica dentro de la izquierda dificultó que en ese periodo de inflexión de nuestra historia reciente, esas distintas concepciones discutieran, cómo se articulaban las distintas formas de acción. Mientras que la izquierda no pudo o no quiso hacerlo, la derecha, si lo hizo.
Hugo Cores, puso muchas veces puso el acento en ese aspecto para encontrar las claves de lo que vendría después y decía: “En algún lugar del debate hay que poner que la izquierda, en un proceso de acumulación muy intenso que se dio entre el 68 y el 73, fue derrotada por diez años. Se detuvo ese proceso de acumulación y nos impusieron derrotas en el plano económico, en la capacidad de autoorganización popular y de los trabajadores, en el plano de los derechos humanos, en el plano de los derechos civiles, de los derechos políticos; se procesó un cambio en la estructura del estado en un sentido autoritario del que no hemos podido salir...”
Hoy muchos podrían preguntarse, si la constitución de Frente Amplio en 1971, ¿no fue la instalación de ese ámbito de articulación de las distintas formas de acción?
¿Veamos como veíamos nosotros, en 1971, la constitución del Frente Amplio? Lo veíamos como un intento de levantar una alternativa contra la guerrilla de los sectores más centristas y conciliadores. Como una forma de canalizar hacia una vía legal electoral un proceso de acercamiento hacia la izquierda y hacia los métodos de lucha radicales de sectores cada vez más amplios de la sociedad.
¿Era solo eso? Creemos que no. Pero en aquel momento, nosotros, vimos sólo eso y es lo que consignamos en una publicación del año 1971 que titulamos con una interrogante: ¿Tiempo de lucha o tiempo de elecciones?
Hugo Cores, dirá posteriormente. “No vimos que el Frente Amplio iba a ser otra cosa además de eso; sobre todo que se iba a transformar en un gran espacio de protagonismo y de identificación política de masas... Ese hecho me parece de enorme trascendencia porque eso te explica que 10 años de dictadura no mataron esa identificación política frenteamplista... La gente en realidad adhirió a través de su programa, a través de lo que significaba de que estuvieran juntas figuras que venían de experiencias diversas, pero, sobre todo, al surgimiento de una fuerza política que encarnaba la resistencia popular ante el despotismo y abría la posibilidad de crear una fuerza política nueva de izquierda, que quebrara el bipartidismo predominante en el país desde el siglo pasado”.
Más allá de ese error en la percepción de lo que significaría la constitución del Frente Amplio, en esa polémica a dos bandas que manteníamos, no todas fueron visiones erradas o desacertadas. En otro documento anotábamos el error del MLN de haber acentuado la acción militar en un período en el cual no estaban en condiciones de mantenerla, al mismo tiempo que criticábamos el error que cometieron, los comunistas de no desplegar todo el potencial del movimiento de masas en determinado período.
Estas anotaciones que creímos necesario incorporar a estos análisis, deben servirnos a todos para que separemos los errores episódicos del pasado y vayamos a los fundamentales. Esta es operación intelectual imprescindible en todo proceso de balance.
Althusser sostenía: “No basta reconocer los errores, hay que conocer sus causas”. Es importante eso, porque de lo que se trata no es de encontrar los culpables, sino de ver por qué se produjeron esos errores, con qué lógica se llegaba a esas conclusiones; para poder evitar caer en esos mismos errores otra vez. Para nosotros hoy, los objetivos programáticos son sustancialmente los mismos que los que nos planteábamos en el 71. Hay que terminar con la dependencia, la pobreza, el estancamiento, y para ello vamos a necesitar desarrollar niveles de lucha en el movimiento popular aún mayores que los que desarrollamos antaño. Y para lograrlos es importante, además de no olvidar que somos gobierno, examinar qué errores cometimos en el pasado que fueron impedimento para la plena expresión de la fuerza acumulada por el movimiento popular.
Volviendo a los años que precedieron al golpe del 73, debemos detenernos en la sobre valorización de las llamadas corrientes progresistas dentro de las fuerzas armadas, que se materializan en las expectativas que el Partido Comunista depositó en febrero del 73 en los Comunicados 4 y 7.
El apoyo a estos Comunicados se constituyó en una suerte de atajo en una supuesta vía de aproximación al poder. Esto tuvo consecuencias importantes en el movimiento popular, ya que después de un año de denunciar y enfrentar la represión militar de 1972, se ofreció un apoyo al mismo elenco que había liderado la represión utilizando métodos brutales de tortura e intimidación. Este hecho provocó una gran confusión en el seno de la izquierda y del movimiento obrero tres meses antes del golpe de estado.
Concluir que ese factor, fue la consecuencia de la derrota de la huelga general, es muy aventurado decirlo. Entonces, qué aspectos debemos incluir para la reflexión sobre ese esfuerzo titánico que realizo la CNT en la huelga contra la dictadura.
Uno de ellos, esta claramente vinculado al tema de las expectativas en torno a los comunicados 4 y 7: nos referimos al 1º de mayo de 1973.
El otro está referido a la falta de un ámbito de articulación de las distintas formas de acción. Hugo decía, que había faltado una suerte de “estado mayor”.
El movimiento sindical había atravesado a mediados de agosto de 1972, enfrentamientos muy duros, en torno, por ejemplo al tema de los presos. Los comunistas tenían una concepción que diferenciaba a los presos de la guerrilla y los del movimiento sindical y por eso discrepaba con la consigna de “liberar a los presos por luchar”.
A nosotros nos ridiculizaban, por la consigna de “arriba los que luchan”. En esto se consigna nosotros condensábamos un cuestionamiento a una estrategia que no estaba a la altura de los desafíos planteados en aquella coyuntura. Nosotros reclamábamos la necesidad de un Plan de Lucha global en defensa de los salarios y de los derechos de los trabajadores articulados con la defensa de tas libertades públicas y en rechazo a los atropellos de los derechos humanos. Frente a ese reclamo, la conducción mayoritaria de la CNT, apostó a una estrategia que básicamente busco no llegar a un enfrentamiento frontal con el gobierno, en aras de una concepción de acumulación de fuerzas a largo plazo, en la que perdió de vista que el avance autoritario y la derrota de los sectores más combativos comprometía la capacidad futura de respuesta del movimiento popular. Era una estrategia que circunscribió la acción del movimiento procurando siempre una capitalización electoral, en una coyuntura de una fuerte ofensiva reaccionaria y antidemocrática en la que se atropellaban los derechos democráticos y el movimiento de resistencia popular desplegaba su acción recurriendo de manera creciente a formas de acción ilegales, las únicas posibles en un período de represión como el que se había iniciado a fines de los años 60.
En estos momentos donde discrepancias en el seno del movimiento sindical y político han generado fenómenos inimaginables para nuestras tradiciones y nuestra historia, quiero traer a colación una reflexión que realizaba Hugo Cores sobre aquellas discrepancias en el seno del movimiento popular. Hugo decía en 1994: “no creo que se pueda afirmar que el PC haya “utilizado” a las organizaciones sindicales. Si sus puntos de vistas predominaron y predominan en el movimiento sindical - nos guste o no su estrategia o sus métodos - es porque tiene el apoyo de mayorías legítimamente conquistadas debido a la tenacidad de sus militantes, a su preocupación consecuente por hacerse eco de los problemas concretos de los trabajadores y al respeto que inspira su dedicación y estabilidad organizativa”.

Quiero referirme a los cerdaderos actores de ese esfuerzo que hizo el movimiento popular convocado por la CNT, de resistencia al golpe de Estado.
Las fuerzas democráticas de los partidos tradicionales – porque no hay que olvidar que sectores de ambos partidos, apoyaron y trabajaron para la dictadura-, dentro del Uruguay, hicieron muy poca cosa efectiva contra la dictadura durante muchos años. Muchos hicieron efectiva la consigna: “desensillar hasta que aclare”. Esa actitud de expectativa de que la dictadura caería por su propio peso, fue influenciada hacia a otros sectores la sociedad, como por ejemplo la iglesia, la prensa.
La resistencia se apoyó básicamente durante muchísimo tiempo en la labor sacrificada de miles de militantes clandestinos frente a la pasividad que se fue apoderando de amplios sectores de la pequeña burguesía.
Esos militantes, fueron engrosando, en un número considerable, las listas de asesinados, torturados, desaparecidos, prisioneros, exiliados. Una política del miedo, cuyo fundamental propósito era disgregar a la sociedad confinando al individuo a la soledad, el silencio y la parálisis, no sólo política, sino también social y cultural, debieron enfrentar hombres y mujeres resistentes.
Participar del esfuerzo gigantesco en materia de solidaridad y de denuncia en el país y en el exilio para lograr el aislamiento internacional de la dictadura, merece algo mas que una Pensión Especial Reparatoria y no merece el contenido del proyecto del Poder Ejecutivo del 26 de marzo pasado.
No fue una tarea fácil de realizar en el marco de un clima angustiante creado por las noticias sombrías llegadas cada día del Uruguay y del exilio cercano de Argentina.
Pero ese periodo, sobrepasa los límites de los temas que hoy queríamos trasmitir. Sin embargo no quiero omitirme en dejar planteadas dos cosas. Para la primera voy a acudir una vez más a las palabras de Hugo cuando hace 12 años se refería a un eventual acceso del Frente Amplio al gobierno. Hugo decía que ellos “nos enfrentaría a problemas ante los cuales podría haber dos caminos: uno, administrar la crisis de la mejor manera posible y, por lo tanto, no llevar adelante el programa; o de lo contrario: vencer la resistencia fuerte de los núcleos más apegados al monopolio del capital financiero; más apegados al imperialismo, más apegados a privilegios de toda índole y que se van a valer de medios legales o ilegales para evitar que se lleve adelante el programa de transformaciones antimperialistas, democráticas y populares las que el frente quiere llevar adelante”.
A partir de esas predicciones políticas, decía que era importante prepararse desde ya para eso y que para doblegar esas resistencias era fundamental la legitimidad política, la legitimidad democrática, la conquista del apoyo de las grandes mayorías. Que el fortalecimiento del movimiento popular debía ser utilizado para llevar adelante el Programa. Y concluia diciendo “de un lado, el Frente Amplio y todos los que con él compartan un proyecto de cambios, del otro los defensores del stastus quo”. En esa tarea visualizamos al movimiento sindical jugando fuerte.
Para el segundo tema también recurriremos al pensamiento de Hugo. Que decía: que las grandes manifestaciones de masas, la experiencia vivida en la calle de fraternización bajo las mismas banderas de decenas o cientos de miles de personas, era para una parte considerable de nuestro pueblo la experiencia política más importante de su existencia. Lo era porque uno no entraba a una manifestación de esas saliendo igual. Se salía fortalecido moral e ideológicamente.
Nosotros no nos confundimos bajo que banderas marcharemos. Nosotros queremos seguir siendo un motor del protagonismo de la gente, ser los parteros del nacimiento de una nueva esperanza, sembradores de la semilla fértil en la construcción de la unidad. En ese sentido nos sentimos continuadores del esfuerzo, la dignidad y la entrega de Leo Duarte, de Gerardo Gatti, de Elena Quinteros, de Gustavo Inzaurralde, de Miguel Gromaz, de Gilberto Coghlan y de Hugo Cores.
Tenemos muy claro en que manifestación siempre marcharemos, que consigna y con quien la corearemos. Hugo decía que los procesos de cambio suponían momentos de anudamiento y de ruptura, en los cuales es preciso ejercer la fuerza del pueblo. Por eso apostar a la unidad del campo popular, es una apuesta en la que no pueden caber las confusiones. Pertenecemos a un Partido que nunca pretendió transformar a las organizaciones sindicales en correa de transmisión de sus decisiones. Para nosotros la autonomía de las organizaciones de clase es una cuestión de principios. Lo fue antes de que la izquierda fuera gobierno. Lo será ahora que somos gobierno y lo será después de cualquier proceso de transformaciones revolucionarias.

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