lunes, 11 de abril de 2011

TEXTO ESCRITO PARA ACTO DEL 11 DE ABRIL DEL PIT-CNT

Buenas noches a todas y todos.
Nuestro agradecimiento por estar hoy en nuestra casa, que es la de ustedes. Nos reconforta vuestra presencia de hoy, de ayer y de siempre, por que sin ella, como dice la canción no habría milagro.
Nos hemos convocado hoy, para reencontrarnos, para reafirmar compromisos, y porque no, para estrecharnos en ese abrazo apretado con el que expresamos en todos estos años, eso tan simple y a la vez tan imprescindible de hacernos sentir que no estamos solos, eso que se llama solidaridad.
Como movimiento sindical hemos entendido que nos encontramos en un momento muy especial de la lucha contra la impunidad.
Un momento, en el que se condensan los esfuerzos de mucha gente que colectivamente o individualmente puso sus mejores esfuerzos por una causa justa y trascendente.
Cuando se dan momentos como estos, es importante estar juntos para poder hacer el resumen de lo vivido, del camino recorrido y sobre todo de cómo continuar en los desafíos futuros que sin dudas nos esperan.
Pero para eso hay tiempo, porque hay aún algunos hechos que deben terminar su proceso. Mañana el Senado votará seguramente la ley interpretativa que empezará a poner fin a la existencia de la ley de caducidad y una cultura de impunidad que afectó los valores fundamentales de nuestra sociedad.
Y seguramente luego de haber reclamado en multitudinarias marchas del silencio durante muchos años, tendremos un 20 de mayo sin ley de caducidad.
Por esa razón, hoy hemos preferido no hacer discursos de balance y perspectivas. Sólo recordaremos.
Dicen que recordar es volver a traer al corazón. Por eso hemos recordado este mural con la frase del reclamo que le realizara Fito Paez al entonces presidente Sanguinetti en septiembre de 1999, para que abandonando su afirmación de que en Uruguay no habían desaparecido niños, nos ayudara a encontrar a la nieta de Juan Gelman.
SI VUELVE LA LUZ…NOS VA A ALUMBRAR A TODOS.
Esta frase, que en el mural se repetía bajo el vientre de María Claudia, que cobijaba a Macarena, sirvió para sintetizar en 1999 una consigna que orientó la lucha del movimiento popular contra la impunidad.
Estamos convencidos que derrotar las distintas formas en que actuó la impunidad en nuestro país, fue y es una batalla constante que ocupara el escenario social, político y jurídico. En esos escenarios complejos y de lucha muchas veces desigual, encontró en determinados casos de violaciones a los derechos humanos, posibilidades de ir avanzando e ir abriendo grietas en los cimientos de una impunidad que se pretendía eterna e inamovible.
El combate contra la impunidad ha sido y es una suerte de carrera de postas, donde distintos casos de detenidos-desaparecidos o asesinados por la dictadura, parecen haberse puesto de acuerdo para ir recorriendo y eliminando obstáculos en un camino en el que se han puesto constantemente fuerzas muy poderosas.
Los casos de Elena Quinteros, Nibia Sabalzagaray, Adalberto Soba, los fusilados de Soca, las ejecuciones de la Seccional 20, los asesinatos de Michelini, Gutiérrez Ruiz, Withelaw y Barredo, la búsqueda y recuperación de los niños apropiados y el propio caso de María Claudia, entre otros, son ejemplos de esa forma en que se fue y se seguirá entretejiendo y fortaleciendo el cerco a la cultura de impunidad.
Se trató de esfuerzos sostenidos durante muchísimos años, por las víctimas, sus familiares, periodistas, abogados, investigadores, organizaciones sociales, desde la cultura, operadores del sistema judicial, desde la solidaridad internacional y actores políticos.
A comienzos del 2000, la luz que el Estado y el gobierno de Sanguinetti tenía la obligación de encender, debimos encenderla desde la sociedad civil. Fue así que recuperamos a Macarena una joven nacida en las cárceles clandestinas de la dictadura uruguaya en 1976, del vientre de una joven argentina trasladada en forma ilegal y posteriormente asesinada cobardemente.
Ubicarnos acertadamente en el nuevo escenario que se instaló en el Uruguay, con la recuperación de Macarena, es lo que nos permite estar donde hoy estamos.
Esa luz que nos alumbró a todos, fue un fuego que debió ser mantenido. Que necesitó fogoneros que lo alimentaran.
Durante once años, esa luz fue alumbrando el trecho de un largo camino. En el que encontramos a Macarena y a Simón;se entró a los cuarteles; rescatamos los restos de Ubagesner Chavez Sosa y Fernando Miranda; logramos los procesamientos de algunos violadores a los derechos humanos; se determinó la inconstitucionalidad de la ley de caducidad por la Suprema Corte de Justicia; se dio el reencuentro de Mariana con su historia; se materializó el reconocimiento por la Corte Interamericana de que tenemos razón en lo que hemos reclamado durante tantos años al Estado uruguayo; contribuimos a la sentencia en la Argentina en la causa ”Automotores Orletti”, entre otros logros.
También, sufrimos reveses y fracasos.
Alguien dijo con justeza que la razón no puede prosperar sin esperanza, ni la esperanza sin razón.
La razón y la esperanza fue aportada por todos y cada uno de aquellos que comprendimos que el problema de los Derechos Humanos rebasó y rebasa las fronteras y las competencias de los ámbitos ético, político o jurídico, para ubicarse en el lugar de los requisitos indispensables de cualquier sociedad que se pretenda democrática.
Por esa razón, creemos que hoy era de justicia hacer un homenaje a todos aquellos que desde los distintos lugares, oficiaron de fogoneros de esa lumbre que empieza a transformarse en llama.
No es una tarea fácil simbolizar eso. Nos inclinamos por hacerlo mediante el recuerdo a algunas personas – no son todas por supuesto- que pueden simbolizar eso que queremos hoy reconocer. Asumimos el riesgo de seguramente ser injustos con algunas omisiones, pero estamos convencidos de ser justos, con los que nombramos.
Nos hemos inclinando por aquellos compañeros, que su ciclo vital, siempre injusto e irreparable, no pudo esperar el ciclo siempre demorón y tímido, de los tiempos políticos.
Sin la labor indoblegable de esas madres de la vida, como:
Blanca Artigas, Elena Bonavita, Elisa Dellepiane de Michelini, Disnarda Flores de Tassino, Maria Elena Antuña de Gatti, Quica Errandonea, Maria Esther Gatti, Irma Hernandez, Luz Ibarbouru, Angelica Julien, Violeta Malugani, Tota Quinteros.
Sin los testimonios y las denuncias como las del infatigable Enrique Rodríguez Larreta.
Sin la denuncia valerosa desde los micrófonos de una radio de periodistas como Germán Araujo.
Sin el discurso encendido e intransigente de políticos como Hugo Cores
Sin el pensamiento y la acción clara y justa desde los estrados judiciales de Jacinta Balbela de Delgue
Sin la poesía hecha arma de lucha de poetas como Mario Benedetti.
Sin el canto comprometido que denuncia de cantores populares como José Carbajal.
Sin labor comprometida desde la iglesia de religiosos como Perico Pérez Aguirre
Sin el compromiso de abogados que batallaron en los estrados judiciales como Graciela Borrat
Sin el pensamiento claro de militares democráticos como el del general Victor Licandro
Sin organizaciones que respondan al legado y compromiso con los desposeídos como el movimiento sindical simbolizado en la figura de José Pepe D´Elia
Sin el aporte de todos nosotros en la lucha cotidiana en los distintos ámbitos sociales
Sin el ejemplo de vida y compromiso de los desaparecidos y asesinados por la dictadura…
No hubiera sido posible la esperanza y la razón.
GRACIAS A TODOS ELLOS

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