jueves, 21 de julio de 2011

DAÑOS COLATERALES







DAÑOS COLATERALES.

Por distintas razones - siempre un padre al que le perdieron el rastro en los años del terrorismo de Estado o en sus prolegómenos, y saber si esta entre los detenidos-desaparecidos o fue asesinado -, nos han llegado pedidos de ayuda en las que una hija quiere saber que fue de ese padre.
Una primaria investigación, en la que no los encontramos en las listas de detenidos-desaparecidos a asesinados por razones políticas, nos ha permitido dar una respuesta tranquilizadora, aunque también provisoria ya que ambas nóminas parecen no estar nunca completas y cerradas definitivamente.
Pero el caso es, que esas respuestas no dan solución a ese reclamo de saber que fue de ese padre, que por razones políticas tomo un derrotero que lo llevó a un exilio en el que se perdieron sus huellas. De alguna forma, pasan a ser una categoría de “desaparecido”, al que también hay que dar una respuesta. Una respuesta a una interrogante tan elemental y a la vez tan compleja: ¿Dónde esta?
Estas historias en las que estuvimos y seguimos involucrados, tienen un hilo conductor común; se trata de alguna manera del rescate de la figura paterna ausente, y a su vez de la búsqueda de sus orígenes, de su historia. Y como todo drama, es peculiar e irrepetible. Debió haber una historia que pudo vivirse en común, pero que el drama político que vivió el Uruguay en los años 70 y 80, se encargó de dispersar por el mundo. Volver a unir lo que aun es posible de unir, a pesar del tiempo trascurrido, es una tarea a la que es importante prestarle atención y si es posible ayudar a anudarla. No es una tarea fácil y no siempre es valorada por todos aquellos que pueden ser de gran ayuda para ello.
Esto que escribimos hoy, es lo que hemos podido reconstruir de dos casos o dos historias: la de José Washington RODRIGUEZ ROCCA y la de Leogardo ARTIGAS LOPEZ.
Hasta hoy, que hemos decido darle luz pública, esa reconstrucción ha sido una tarea silenciosa, casi podríamos calificarla como anónima y privada. Sacarla a luz, es una suerte de recurso desesperado por encontrar las pistas que el carácter que hasta hoy tubo, no supo o no pudo encontrar Aspiramos a que los silencios, los vacíos que aparecen en estas historias, puedan ser llenados a partir de la información que se nos vaya proporcionando. Y porque no, si fuera posible, que significara el fin de una búsqueda.
José Washington tendría en este momento 69 años, mientras que Leogardo tendría 79 años. No es desde el punto de vista de nuestros tiempos biológicos, una tarea a la que no debamos darle la prisa y urgencia correspondiente.
Los dos fueron integrantes de un colectivo político, de ahí que no resultaría imposible encontrar en los distintos tramos de sus peripecias políticas o personales, un hilo del cual poder avanzar, ya sea para reconstruir su ruta, quizás llegar hasta ellos o al menos hacerles saber, que sus hijos necesitan encontrarlos o hacerles saber, que los buscan.
Lo que hoy sabemos, es el resultado de la información brindada por algunos de sus compañeros y de investigaciones realizadas en aquellos lugares donde existía (organismos estatales, archivos, etc.)
1.- José Washington RODRIGUEZ ROCCA.
José Washington nació el 8 de noviembre de 1942, de su primer matrimonio tuvo dos hijos Hilda Mariela y Gabriel. Cuando se encontraba a punto de celebrar su segundo matrimonio, fue requerido por las fuerzas conjuntas a raíz de su militancia en el MLN-Tupamaros y debió pasar a la clandestinidad para después abandonar el país. Lo que no supo, ni aun sabe, es que la mujer con quien pensaba contraer matrimonio, estaba embarazada y que posteriormente nació una hija suya, Maria José.
José Washington trabajaba en la Fabrica Uruguaya de Neumáticos SA (FUNSA) y tenía varios sobrenombres: “OJOS DE GATO”, “MISTERIO”, “PETACA”. Era de complexión mediana, de pelo castaño crespo, de ojos verdes de los cuales surgía su apodo de “ojos de gato”. De estatura entre 1.65 y 1.70, cutis blanco. Era zurdo y tenía el dedo índice de su mano izquierda mutilado. Solía ser muy prolijo en su forma de vestir. Salio del Uruguay clandestinamente con un documento falso, con destino a la República Argentina, de allí se traslado a Chile, desde donde, luego seguramente del golpe de Estado de Pinochet, se traslado a Cuba.
En 1990, momentos en que comenzamos la búsqueda conjuntamente con María José, la hija que aún no sabe que tiene, los datos de su derrotero, terminaban en la Argentina. Posteriormente y luego de largos años de estancamiento de las investigaciones, logramos trabajosamente establecer su traslado a Chile y posteriormente dos testimonio lo ubican en Cuba entre los años 1973-75, de donde luego de un pasaje por Europa, fue visto por última vez, en Bogota (Colombia), entre los años 1985-87. Allí se pierden sus pasos. ¿Recompuso su vida con otra identidad?
Existen indicios de que esa puede ser su situación. Es difícil asegurar eso, pero es un indicio que permite presumir que en ese país se debería encontrar su pista.
Durante estos 20 años de remover cielo y tierra, de preguntar mucho y de recibir pocas respuestas, Maria José se caso y tuvo dos hijos. Su sueño sigue siendo poder algún día encontrarse con su padre. Son muchos años de una búsqueda incansable que desde su comienzo se propuso no bajar los brazos. A quienes les ha solicitado información, les transmite la plena tranquilidad que el fin de su búsqueda es estrictamente personal, es una necesidad de identidad. María José conoce una parte de la vida de su padre, pues algunos de los que fueron sus compañeros de trabajo y militancia, se la han contado, pero a su vez carga con un signo de interrogación muy pesado sobre sus hombros, le es muy difícil vivir la vida con esa ausencia afectiva. No es su intención reclamar ni cuestionar absolutamente nada a su padre, por el contrario esta muy orgullosa de él, por los relatos de sus compañeros. Y si ese encuentro personal es imposible, al menos quiere hacerle saber que tiene una hija, que lo busca. Tener la seguridad de que ello es así, para ella es suficiente.

2.- Leogardo Artígas Lopez.
Leogardo nació el 22 de junio de 1932, de su matrimonio tuvo dos hijas Judith y Anahi. En razón de su divorcio de la madre de sus hijas, solo la mayor, que nació en 1958, tiene algún recuerdo muy impreciso de su padre, mientras que Anahí su hija menor, nacida n 1962, creció sin haberlo conocido, pues fue criada por sus abuelos en Fray Bentos primero y luego en Salto.
El 2 de marzo de 1973, fue requerido por las fuerzas conjuntas a raíz de su militancia en el MLN-Tupamaros y debió pasar a la clandestinidad para después abandonar el país.
Trabajaba en la Administración Nacional de Alcoholes y Portland (ANCAP), al que ingreso como peón en el Departamento de Transporte (Garage) en 1967, para luego pasar a desempeñarse a partir de 1969 en la División Alcoholes. En 1968, en el marco de las Medidas Prontas de Seguridad, es recluido en unidades de la Armada, por considerársele un “agitador muy peligroso e instar a hacer paros durante la vigencia de las medidas prontas de seguridad”.En julio de 1972, abandona su trabajo, presumiblemente para pasar a la clandestinidad. El 22 de marzo de 1973, las Fuerzas Conjuntas requieren su captura por “sabérsele vinculado” al MLN-Tupamaros”.
Era de complexión mediana, de pelo castaño oscuro, de 1.69 de estatura y pesaba 60 kg. Salió del Uruguay clandestinamente y si bien se ignora con que destino, aparece posteriormente a fines de 1973 - luego del golpe de Estado de Pinochet-, refugiado en la embajada Argentina en Santiago de Chile. A fines de 1973 o en los primeros meses de 1974, en calidad de “expulsados o asilados” viaja a la Republica Argentina. De allí, al amparo del Comité Internacional para la Migración Europea, viaja en noviembre de 1974 con destino al Reino Unido.
En mayo de este año, momentos en que comenzamos la búsqueda conjuntamente con sus dos hijas, la hija menor, Anahi que ya tiene 48 años y tres hijos, no conocía ni el rostro de su padre. Se decisión de saber que había sido de él, solo contaba con una información que había logrado en internet, consistente en un documento que incluía el nombre de su padre en una lista de requeridos existente en los archivos de la policía secreta del Paraguay.
Posteriormente y luego de algunas averiguaciones, logramos establecer su traslado a Chile y posteriormente a la Argentina, para luego viajar rumbo al Reino Unido. Otros testimonios dan cuenta que habría estado en el Uruguay, luego de recuperada la democracia y que habría intentado infructuosamente ampararse en la ley de restituidos. Allí se pierden sus pasos. ¿Abandonó nuevamente el país?
Existen indicios de que esa puede ser su situación, ya que no registra en ninguna de las instancias litorales, que haya votado o renovado su credencial cívica. Es difícil asegurar eso, pero es un indicio.
Durante al menos 48 años, la necesidad de remover cielo y tierra, de preguntar que fue de su padre, no se materializó. Sus hijas hicieron su vida, tuvieron hijos. Sin embargo, como siempre finalmente sucede, aparece la necesidad de encontrarse con el padre. Son muchos años de esa ausencia paterna y de esa otra ausencia, la de encontrar sus raíces, una identidad que es mucho más que compartir un mismo apellido.
Judith y Anahí, y los nietos de Leogardo recién hoy conocen el rostro y una parte de la vida de su padre, registrada en los archivos de inteligencia policial y algo - muy poco, aún -, de lo recuerdan quienes fueron sus compañeros de trabajo y militancia.
Al igual que María José, cargan con un signo de interrogación muy pesado sobre sus hombros, le es muy difícil vivir la vida con esa ausencia. Anahi, que es una activa militante sindical, siente que el compromiso social y militante que ha asumido y el que registra su padre en las fichas policiales, no es una simple casualidad. Siente que puede estar muy orgullosa de él, y su padre de ella.
Si ese reencuentro personal es posible, habremos en parte reparado otro daño colateral, de nuestro pasado reciente.
Maria José, la hija de José Washington Rodríguez Rocca y las hijas de Leogardo Artigas López, no esperan, van al encuentro de dos historias, en las que están sus raíces. A ellas debemos prestar atención y solidaridad. Este pequeño y a la vez gran desafió, responden estas líneas.

Raúl Olivera Alfaro
(Asesor de la Comisión de DD.HH del PIT/CNT)
PUBLICADO EN Trabajo & Utopia de julio de 2011.

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