lunes, 2 de diciembre de 2013

HEMORRAGIA DE FLORES

HEMORRAGIA DE FLORES. Hace poco más de un mes, cuando regresábamos de Perú me encontré con que finalmente Constanza se lanzaba al ruedo. Por supuesto que esa esperada determinación y la de mi grupo político de impulsarla, fueron de mi total y absoluto agrado. Sé que el término “agrado” no es políticamente muy usado. El aceptar las reglas de juego democráticas, muchas veces nos obligan a aceptar cosas que no nos agradan, que nos resultan política y personalmente desagradables. Y que ese desagrado nos priva o posibilita muchas veces ser convincentes a la hora de trabajar por ellas. Pese a ese agrado, que me producía la irrupción desafiante de la compañera Constanza, confieso que poco había hecho directamente para esa batalla que se desarrollo hasta el fin de semana pasado en que el Frente Amplio debía definir las eventuales candidaturas de esa fuerza política. Alguna reunión, y si, mucho mano a mano. Eso, digámoslo con sinceridad, es poco para el viaje en que nos habíamos embarcado. Puedo decir en mi descargo que pese a empezar a dejar el lugar de las responsabilidades políticas y sociales en manos de gente más joven, dedico casi todas las horas a militar socialmente en ese desafío inconcluso de nuestra sociedad y de América, de erradicar definitiva y radicalmente la impunidad. Y, por otra parte, estoy plenamente convencido que eso que realizo a nivel social, es una vertiente que confluye a los desafíos a los que Constanza decidió defender coherentemente desde el escenario de la política partidaria. Esas tareas de las que doy cuenta renglones más arriba, me habían llevado a viajar a Guatemala y regresé en momentos en que empezaba el Congreso Hugo Cores. No pude seguir el desarrollo del Congreso y debí atenerme a la información de los medios de prensa. Mientras trataba de descifrar lo que verdaderamente había ocurrido en el Congreso escuchando las más variadas informaciones, trataba de ponerme al día con algunas tareas caseras: lograr que una enredadera que por estos días amenazaba a ponerse en flor, también me sirviera para darme sombra. Para ello debía crear las condiciones para que su exuberante crecimiento se extendiera sobre mi patio. La enredadera no esperó a que mis tiempos me permitieran culminar mis tareas de transformarla en algo más que racimos de flores rosadas y también fuera un agradable refugio a los rayos del sol. Hoy era una verdadera e incontrolable hemorragia de flores en mi patio. Esa hemorragia de flores y el discurso improvisado en el festejo de su candidatura, donde Constanza hablo de su candidatura plebeya, tienen algo en común. Las dos son incontenibles,
frescas y no esperan nuestros cansinos tiempos. Raúl Olivera

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