DAÑOS COLATERALES: el fin de una búsqueda.
Por
Raúl Olivera Alfaro
1.-¿DÓNDE?
En julio de
2011, publicábamos en Trabajo & Utopía
un artículo con el título “Daños
Colaterales”. Con él, cual náufragos arrogábamos con destino incierto y
a la vez esperanzador, dos llamados de auxilio. Estos, llevados por olas
incontrolables de las redes sociales, recorrió lugares inimaginables. Era un
recurso más, luego que otros resultaran infructuosos.
Tratábamos
de dar cuenta de las huellas dejadas por la acción del terrorismo de Estado, tanto
en el tejido social como en el alma de personas concretas. Le poníamos carne y
nombres, al dar cuenta de los casos de María José, de Anahí y Judith, entrecruzando
la tragedia colectiva de esas dos historias: con de Washington Rodríguez Rocca,
el padre de María José y la de Leogardo Artigas López, padre de Anahí y Judith..
Desde elaí quisimos
trazar el contorno de uno de los posibles mapas de la geografía de los efectos
de la dictadura con la urgencia de encontrarle el remedio posible y quizás
también para que fuera una guía por las que deberían transitar las tareas de
reparación y de reconstrucción de nuestro pasado reciente.
Era en ese
marco, que se encuadró aquel pedido de ayuda de esas tres mujeres que buscaban
a sus padres. María José en una búsqueda que ya lleva más de 18 años y más
cercana en el tiempo, la de Anahí y Judith.
No se
trataba de un problema de identidad, de quien quiere saber quién es su padre.
Era otra cosa: hijas que sintieron la necesidad de buscar a un padre al que le
perdieron el rastro en los años de la dictadura, cuando ellos, perseguidos
debieron abandonar el Uruguay buscar refugio en países lejanos. Allí, se habían
perdido sus huellas.
Hacerles
saber que sus padres no integraban las listas de desaparecidos o asesinados, fue
por cierto una primera comprobación tranquilizadora que pudimos darles en su
momento, pero no era suficiente. Querían saber que había sido de ellos.
Para ellas, Washingtón
y Leogardo eran una nueva categoría de “desaparecidos”, y por eso reclamaban una
respuesta similar a la pregunta aún sin contestar para el otro drama más
profundo, el de la desaparición forzada:¿Dónde están?
Creímos que
esa pregunta debía tener una respuesta y por eso pusiéramos nuestro esfuerzo
para ayudar a encontrarla. Esa determinación explica el motivo de aquel
artículo en el 2011, las entrevistas con compañeros de militancia, la búsqueda
de información en los archivos estatales para encontrar sus huellas y al mismo
tiempo, rescatar una figura paterna ausente, la búsqueda de sus orígenes e
historias.
Entendíamos
que debió haber una historia de vida que pudieron transitar juntos, esas hijas
con sus padres, pero que el drama político que vivió el Uruguay en aquellos
años, se encargó de dispersar a una parte de por el mundo. El desafío que
asumimos, fue intentar crear las condiciones que pudieran unir lo que aun era
posible, a pesar del tiempo trascurrido, de experiencias de vida distintas.
Que no fue ,
ni es una tarea fácil de resolver, lo testimonia el hecho de que el encuentro
de María José con su padre Washington Rodríguez Rocca, aún hoy es un desafío
que sigue estando pendiente.
Y a su vez, el
hecho del que hoy queremos dar cuenta - que Anahí y Judith, en lo que fue
posible -, lo hayan logrado, muestra que es posible y sobre todo, qué vale la
pena.
Hasta
el momento en que decidimos hacer pública esas historias, esa había sido una
tarea silenciosa, casi anónima y privada. Sacarla a luz fue un recurso desesperado para atenuar los
silencios, los vacíos que existían en estas historias
Cuando
escribimos aquel artículo, José Washington tenía 69 años, mientras que Leogardo
79 años. Por esa razón decíamos que, desde el punto de vista de nuestros
tiempos biológicos, a la búsqueda debíamos darle la prisa y urgencia
correspondiente. No nos equivocábamos.
EL
CAMINO.
La
experiencia que vivíamos con la búsqueda del padre de María José, no auguraba
un desenlace rápido para la búsqueda de Leogardo. Mientras que María José no
había conocido a su padre, sí tenía fotografías de él y poseía datos
importantes de su vida militante en el Uruguay antes de partir para el exilio.
Mientras que
Judith la hija mayor de Leogardo solo tenía recuerdos muy vagos de su padre, casi
no recordaba su rostro. Anahí su hija menor, creció sin haberlo conocido. No
sabíamos siquiera donde había trabajado ni en que organización política
militaba mientras permaneció en el país.
Poco a poco
supimos que trabajó en ANCAP, donde por su militancia gremial había sufrido
encierro en el marco de las Medidas Prontas de Seguridad y que por su
vinculación al MLN había sido requerido por lo que debió salir del Uruguay.
Posteriormente aparecen rastros de su pasada por Chile, por Argentina y una
salida como refugiado para Europa. Al momento de escribir en el 2011 aquel
artículo algunas informaciones orientaban la búsqueda en Portugal y pudimos
lograr una foto de él, y así Anahí, y los nietos de Leogardo conocen el rostro
y una parte de la vida de su padre, registrada en los archivos de inteligencia
policial, mientras que Judith, recupera el recuerdo de su rostro.
Sus hijas, pensaban
y deseaban, que allí donde se encontrara, hubiera hallado la paz y el amor, y “que
si formó una familia nueva habrá sido feliz”.
El 21 de noviembre del 2011 a través de las redes
sociales recibimos un mensaje desde Portugal: “Hola, Soy hija de Leogardo Artigas López. Estas buscando a
mi padre e yo quiero contactarte. mi endereço es”.
Catorce días después, el 6 de
diciembre fallece Leogardo Artigas.
Anahi y Judith en Uruguay supieran que el
periodista André Martín especializado en temas de América Latina, era su padre.
A su vez supieron que tenían dos hermanos, André y otra Anahi.
A principios del 2013, Anahí su hija
portuguesa y Elisette la esposa también portuguesa, trajeron al Uruguay las
cenizas de su padre, conocieron a Anahí la uruguaya, a Judith y al paisito del
que mucho les hablaba su padre.
En estos días cuando ya trascurrió
un año desde que conocimos a la familia que Leogardo construyo en el lejano
Portugal, quisimos cerrar esta historia para nosotros, ya que se abrió otra
para esas familias portuguesas y uruguayas.
Le pedimos a Anahí “la portuguesa”,
que lo hiciera ella con sus palabras.
“Saudade”, una palabra, dos países.
Primero de Octubre de todos los años de mi vida, “-Hoy, cumple
años mi hermana”.
Ventisiete de enero de todos
los años de mi vida, “Hoy cumple años mi hermana”.
-“Papa, capaz que eres
abuelo y yo tía abuela…”- Risas.
La risa de mi padre, la risa que todo el mundo reconocía
y amaba, la risa que mis hermanas no encontraron.
Inicio de Noviembre del año 2011, André, mi hermano que
vino en el vientre de su madre y nació en Portugal en el año 1975, meses
después de la llegada de nuestro padre a este país chiquitito, me trae una
noticia. La noticia que encontró un artículo de que nuestras hermanas que
buscaban a nuestro padre. Una emoción muy fuerte, una alegría sin descripción
es mayor que la tristeza de la flaca salud de nuestro padre. Un moribundo que
ya no vive en su cabeza, solamente el cuerpo está presente. El Alzheimer se
apodero de su cabeza. Murió el hombre, vive solamente a mis cuidados y a los
cuidados de su mujer, mi madre.
Pregunto a dios y al mundo quien es Raúl, ese hombre que
tienes datos de un hombre que se asemeja a mi padre. Una mañana de noviembre, envío
un mail: “Soy Anahí Artigas, hija de Leogardo Artigas López. Vivo en
Portugal….” Doy mi contacto.
Llego al hospital y recibo la llamada. Es mi hermana
Judith, quien me llama. Judith, mi hermana que dijo: “papa, un pingüino”,
cuando entró en la carretera con él. Mi padre, nos contó eso muchas veces sin
cuenta. El pingüino, era la monja. Risas. Risas que yo sabía que ellas no
podrían escuchar jamás. Mi madre dijo muy cariñosamente a mi padre: “Tu hija
Judith en el teléfono. Las encontramos. “Tus niñas de Uruguay”.
En ese día, mi padre volvió a casa y en todo el momento
le decíamos: “encontramos tus niñas”.
Una mescla de deseo y una mescla de realidad, mi madre
despertó a la noche porque mi padre gritó: “Uruguay… Me llevaron todo. Me
llevaron todo”. Fueron las últimas palabras que dijo. Fuente de nuestro deseo
creemos que el hombre que fue un día supo que encontramos sus niñas.
En pocos días, falleció el cuerpo de un hombre que el Alzheimer
destruyo.
André Martín, como es conocido por su familia, amigos y
las personas en Portugal y todos los lugares del mundo que fue, después de
salir de su país por luchar y creer en sus ideales.
André Martín, Leogardo Artigas, fue un hombre digno y fiel
a sus ideales. Vivió y murió creyendo en ellos.
Mi familia, que la pude abrazar, la quiero y amo más que
la distancia de Portugal a Uruguay. Mi madre que quiso ir, la quiere igual.
Mi hermano André, mis hermanas, mis sobrinos, mis
sobrinos nietos, son un pedazo de mi, de mi vida, de mi historia. Me duele
mucho saber que la vida las trajo tarde a mi padre, pero las trajo. Y yo llevo
la memoria de un uruguayo que eligió y creyó que su lucha era lo mejor para su
patria chica – Uruguay y su patria grande – América Latina.
“Saudade”, una palabra que quiere decir más que sentir
falta, más que extrañar, un sentimiento bueno vivido. “Saudade”, todo los días de mi padre,
“Saudade”, todos los días de la familia que encontré en Uruguay.
Te agradezco infinitamente Raúl, tu trabajo, tu apoyo a
esta causa.
Agradezco infinitamente a todos los compañeros y
compañeras que siguen luchando. Apoyo infinitamente las familias y a los
desaparecidos de Uruguay y de todos los países que sufrieron iguales males. En
toda América Latina y en el mundo, incluyendo Portugal.
Seguimos la lucha. Cada grano de arena, en un desierto de
mucha lucha que falta.
MARÏA JOSÉ, LA
OTRA HISTORIA.
María José sumo su busqueda a la que
iniciaron las hijas de Leogardo, dividio el esfuerzo que infructuosamente,
realiza hace demasiados años para encontrarse con el suyo para que esta otra
historia, similar a la suya tuviera un resultado.
Washingtón Rodriguez su padre tiene
hoy 72 años, por lo que debemos volver a escribir que desde el punto de vista de nuestros tiempos
biológicos, ubicarlo, es, una tarea a la que debamos darle la prisa y la
urgencia que corresponde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario