domingo, 17 de agosto de 2014

DAÑOS COLATERALES: el fin de una búsqueda.

DAÑOS COLATERALES: el fin de una búsqueda.

Por Raúl Olivera Alfaro
1.-¿DÓNDE?
            En julio de 2011, publicábamos en Trabajo & Utopía un artículo con el título “Daños Colaterales”. Con él, cual náufragos arrogábamos con destino incierto y a la vez esperanzador, dos llamados de auxilio. Estos, llevados por olas incontrolables de las redes sociales, recorrió lugares inimaginables. Era un recurso más, luego que otros resultaran infructuosos.
            Tratábamos de dar cuenta de las huellas dejadas por la acción del terrorismo de Estado, tanto en el tejido social como en el alma de personas concretas. Le poníamos carne y nombres, al dar cuenta de los casos de María José, de Anahí y Judith, entrecruzando la tragedia colectiva de esas dos historias: con de Washington Rodríguez Rocca, el padre de María José y la de Leogardo Artigas López, padre de Anahí y Judith..
            Desde elaí quisimos trazar el contorno de uno de los posibles mapas de la geografía de los efectos de la dictadura con la urgencia de encontrarle el remedio posible y quizás también para que fuera una guía por las que deberían transitar las tareas de reparación y de reconstrucción de nuestro pasado reciente.
            Era en ese marco, que se encuadró aquel pedido de ayuda de esas tres mujeres que buscaban a sus padres. María José en una búsqueda que ya lleva más de 18 años y más cercana en el tiempo, la de Anahí y Judith.
            No se trataba de un problema de identidad, de quien quiere saber quién es su padre. Era otra cosa: hijas que sintieron la necesidad de buscar a un padre al que le perdieron el rastro en los años de la dictadura, cuando ellos, perseguidos debieron abandonar el Uruguay buscar refugio en países lejanos. Allí, se habían perdido sus huellas.
            Hacerles saber que sus padres no integraban las listas de desaparecidos o asesinados, fue por cierto una primera comprobación tranquilizadora que pudimos darles en su momento, pero no era suficiente. Querían saber que había sido de ellos.
            Para ellas, Washingtón y Leogardo eran una nueva categoría de “desaparecidos”, y por eso reclamaban una respuesta similar a la pregunta aún sin contestar para el otro drama más profundo, el de la desaparición forzada:¿Dónde están?
            Creímos que esa pregunta debía tener una respuesta y por eso pusiéramos nuestro esfuerzo para ayudar a encontrarla. Esa determinación explica el motivo de aquel artículo en el 2011, las entrevistas con compañeros de militancia, la búsqueda de información en los archivos estatales para encontrar sus huellas y al mismo tiempo, rescatar una figura paterna ausente, la búsqueda de sus orígenes e historias.
            Entendíamos que debió haber una historia de vida que pudieron transitar juntos, esas hijas con sus padres, pero que el drama político que vivió el Uruguay en aquellos años, se encargó de dispersar a una parte de por el mundo. El desafío que asumimos, fue intentar crear las condiciones que pudieran unir lo que aun era posible, a pesar del tiempo trascurrido, de experiencias de vida distintas.
            Que no fue , ni es una tarea fácil de resolver, lo testimonia el hecho de que el encuentro de María José con su padre Washington Rodríguez Rocca, aún hoy es un desafío que sigue estando pendiente.
            Y a su vez, el hecho del que hoy queremos dar cuenta - que Anahí y Judith, en lo que fue posible -, lo hayan logrado, muestra que es posible y sobre todo, qué vale la pena.
            Hasta el momento en que decidimos hacer pública esas historias, esa había sido una tarea silenciosa, casi anónima y privada. Sacarla a luz  fue un recurso desesperado para atenuar los silencios, los vacíos que existían en estas historias
            Cuando escribimos aquel artículo, José Washington tenía 69 años, mientras que Leogardo 79 años. Por esa razón decíamos que, desde el punto de vista de nuestros tiempos biológicos, a la búsqueda debíamos darle la prisa y urgencia correspondiente. No nos equivocábamos.

EL CAMINO.
            La experiencia que vivíamos con la búsqueda del padre de María José, no auguraba un desenlace rápido para la búsqueda de Leogardo. Mientras que María José no había conocido a su padre, sí tenía fotografías de él y poseía datos importantes de su vida militante en el Uruguay antes de partir para el exilio.
            Mientras que Judith la hija mayor de Leogardo solo tenía recuerdos muy vagos de su padre, casi no recordaba su rostro. Anahí su hija menor, creció sin haberlo conocido. No sabíamos siquiera donde había trabajado ni en que organización política militaba mientras permaneció en el país.
            Poco a poco supimos que trabajó en ANCAP, donde por su militancia gremial había sufrido encierro en el marco de las Medidas Prontas de Seguridad y que por su vinculación al MLN había sido requerido por lo que debió salir del Uruguay. Posteriormente aparecen rastros de su pasada por Chile, por Argentina y una salida como refugiado para Europa. Al momento de escribir en el 2011 aquel artículo algunas informaciones orientaban la búsqueda en Portugal y pudimos lograr una foto de él, y así Anahí, y los nietos de Leogardo conocen el rostro y una parte de la vida de su padre, registrada en los archivos de inteligencia policial, mientras que Judith, recupera el recuerdo de su rostro.
            Sus hijas, pensaban y deseaban, que allí donde se encontrara, hubiera hallado la paz y el amor, y “que si formó una familia nueva habrá sido feliz”.
            El 21 de noviembre del 2011 a través de las redes sociales recibimos un mensaje desde Portugal: Hola, Soy hija de Leogardo Artigas López. Estas buscando a mi padre e yo quiero contactarte. mi endereço es”.
            Catorce días después, el 6 de diciembre fallece Leogardo Artigas.
             Anahi y Judith en Uruguay supieran que el periodista André Martín especializado en temas de América Latina, era su padre. A su vez supieron que tenían dos hermanos, André y otra Anahi.
            A principios del 2013, Anahí su hija portuguesa y Elisette la esposa también portuguesa, trajeron al Uruguay las cenizas de su padre, conocieron a Anahí la uruguaya, a Judith y al paisito del que mucho les hablaba su padre.
            En estos días cuando ya trascurrió un año desde que conocimos a la familia que Leogardo construyo en el lejano Portugal, quisimos cerrar esta historia para nosotros, ya que se abrió otra para esas familias portuguesas y uruguayas.
            Le pedimos a Anahí “la portuguesa”, que lo hiciera ella con sus palabras.
“Saudade”, una palabra, dos países.
            Primero de Octubre de todos los años de mi vida, “-Hoy, cumple años mi hermana”.
Ventisiete de enero de todos los años de mi vida, “Hoy cumple años mi hermana”.
-“Papa, capaz que eres abuelo y yo tía abuela…”- Risas.
            La risa de mi padre, la risa que todo el mundo reconocía y amaba, la risa que mis hermanas no encontraron.
            Inicio de Noviembre del año 2011, André, mi hermano que vino en el vientre de su madre y nació en Portugal en el año 1975, meses después de la llegada de nuestro padre a este país chiquitito, me trae una noticia. La noticia que encontró un artículo de que nuestras hermanas que buscaban a nuestro padre. Una emoción muy fuerte, una alegría sin descripción es mayor que la tristeza de la flaca salud de nuestro padre. Un moribundo que ya no vive en su cabeza, solamente el cuerpo está presente. El Alzheimer se apodero de su cabeza. Murió el hombre, vive solamente a mis cuidados y a los cuidados de su mujer, mi madre.
            Pregunto a dios y al mundo quien es Raúl, ese hombre que tienes datos de un hombre que se asemeja a mi padre. Una mañana de noviembre, envío un mail: “Soy Anahí Artigas, hija de Leogardo Artigas López. Vivo en Portugal….” Doy mi contacto.
            Llego al hospital y recibo la llamada. Es mi hermana Judith, quien me llama. Judith, mi hermana que dijo: “papa, un pingüino”, cuando entró en la carretera con él. Mi padre, nos contó eso muchas veces sin cuenta. El pingüino, era la monja. Risas. Risas que yo sabía que ellas no podrían escuchar jamás. Mi madre dijo muy cariñosamente a mi padre: “Tu hija Judith en el teléfono. Las encontramos. “Tus niñas de Uruguay”.
            En ese día, mi padre volvió a casa y en todo el momento le decíamos: “encontramos tus niñas”.
            Una mescla de deseo y una mescla de realidad, mi madre despertó a la noche porque mi padre gritó: “Uruguay… Me llevaron todo. Me llevaron todo”. Fueron las últimas palabras que dijo. Fuente de nuestro deseo creemos que el hombre que fue un día supo que encontramos sus niñas.
            En pocos días, falleció el cuerpo de un hombre que el Alzheimer destruyo.
            André Martín, como es conocido por su familia, amigos y las personas en Portugal y todos los lugares del mundo que fue, después de salir de su país por luchar y creer en sus ideales.
            André Martín, Leogardo Artigas, fue un hombre digno y fiel a sus ideales. Vivió y murió creyendo en ellos.
            Mi familia, que la pude abrazar, la quiero y amo más que la distancia de Portugal a Uruguay. Mi madre que quiso ir, la quiere igual.
            Mi hermano André, mis hermanas, mis sobrinos, mis sobrinos nietos, son un pedazo de mi, de mi vida, de mi historia. Me duele mucho saber que la vida las trajo tarde a mi padre, pero las trajo. Y yo llevo la memoria de un uruguayo que eligió y creyó que su lucha era lo mejor para su patria chica – Uruguay y su patria grande – América Latina.
            “Saudade”, una palabra que quiere decir más que sentir falta, más que extrañar, un sentimiento bueno vivido.  “Saudade”, todo los días de mi padre, “Saudade”, todos los días de la familia que encontré en Uruguay.
            Te agradezco infinitamente Raúl, tu trabajo, tu apoyo a esta causa.
            Agradezco infinitamente a todos los compañeros y compañeras que siguen luchando. Apoyo infinitamente las familias y a los desaparecidos de Uruguay y de todos los países que sufrieron iguales males. En toda América Latina y en el mundo, incluyendo Portugal.
            Seguimos la lucha. Cada grano de arena, en un desierto de mucha lucha que falta.
Anahí Artigas, la portuguesa.
MARÏA JOSÉ, LA OTRA HISTORIA.
            María José sumo su busqueda a la que iniciaron las hijas de Leogardo, dividio el esfuerzo que infructuosamente, realiza hace demasiados años para encontrarse con el suyo para que esta otra historia, similar a la suya tuviera un resultado.
            Washingtón Rodriguez su padre tiene hoy 72 años, por lo que debemos volver a escribir que desde el punto de vista de nuestros tiempos biológicos, ubicarlo, es, una tarea a la que debamos darle la prisa y la urgencia que corresponde.

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