domingo, 17 de agosto de 2014

EL CIPRES Y EL JAZMIN JAPONES.

EL CIPRES Y EL JAZMIN JAPONES.

               

Seguramente en busca del sol o simplemente para alcanzar los 6 metros que puede llegar a crecer, el Jazmín japonés trepó por el el ciprés. Quien mira de lejos, se asombrara que un ciprés este poblado de flores amarillas. Si el espectador es un carbonero, seguramente atribuirá el fenómeno a la goleada del último fin de semana.
                Mientras duren las flores del jazmín, será un lindo espectáculo que se extenderá con mucha suerte, desde fines de abril hasta los últimos días de mayo. Casi que, cuando tengan lugar las elecciones internas de los partidos en el Uruguay, aunque ya algo marchitas, se podrá apreciar ese espectáculo multicolor.
                El lector, adelantándose a mi intención, podrá pensar que es una alusión a la disputa entre Tabaré y Constanza en esas internas, y seguramente identificará al ciprés-Tabaré y el jazmín-Constanza.
                Lamento desilusionarlos, pero no es ese el rumbo de mis elucubraciones político-florales.
                Si fuéramos agentes inmobiliarios y pretendiéramos vender el predio donde conviven tan armoniosamente el ciprés y el jazmín, diciendo que el primero florece, seguramente estaríamos pretendiendo engañar a algún promitente comprador y mereceríamos el calificativo de estafador.
                O, si invocáramos falsos conocimientos de botánica, atribuyéramos al jazmín y al ciprés una suerte de particular y exclusiva simbiosis, los otros que han trepado por los ficus y hasta por los pinos, nos desmentirían sin levante.
                Dejemos ahora a los jazmines y los cipreses y vayamos a otro tipo de simbiosis, aquella que debería manifestarse claramente en los acuerdos político-electorales. Si en la ciencia botánica, una simbiosis es la interacción, la relación estrecha y persistente entre organismos de distintas especies en la que los participantes salen beneficiados, los acuerdos electorales son también en política, una suerte de simbiosis entre distintas propuestas políticas en las que los participantes también salen beneficiados.
                Teniendo en cuenta, que un acuerdo político-electoral, es en última instancia  una suerte de dirección que se termina dando al voto del ciudadano, debería ser muy claro para ellos a donde va y para qué. Quienes no participan del armado de los mecanismos electorales, al menos para la salud de la democracia, deberían eso: qué los cipreses no dan las flores del jazmín.

                De no ser así, seguramente el descreimiento en la política se potenciará, sobre todo en quienes buscaron en la izquierda otra forma de hacerla.

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