viernes, 26 de julio de 2013

DE VISIONES TOTALIZADORAS Y REDUCIONISTAS

DE VISIONES TOTALIZADORAS Y REDUCIONISTAS.
(Junio de 2013)
Me siento, un observador privilegiado, de los desafíos que atravesó el movimiento sindical en casi 41 años de su historia, tanto por haber integrado organismos de dirección, de la CNT como del PIT/CNT, en coyunturas sociales variadas, como por haberlo hecho por gremios muy distintos.
En todos esos años, debí representar a los trabajadores ferroviarios: Federación Ferroviaria antes y Unión Ferroviaria. después de la dictadura; a los trabajadores de las plantas industrializadoras pesqueras organizados en la hoy extinta Coordinadora Uruguaya de Trabajadores de la Industria Pesquera y finalmente a los trabajadores judiciales agrupados en la Asociación de Funcionarios Judiciales del Uruguay, estos dos últimos posteriormente a la dictadura.
Todo ello, en razón de la dictadura primero, y la política neoliberal después, que hirió de muerte a la Administración de Ferrocarriles del Estado. Nunca me considere un trabajador que viviera la actividad sindical, como una suerte de profesión. Desde que abandone la vida laboral activa a principios de 1999, de acuerdo a principios que inculcaban quienes contribuyeron a nuestra formación, nunca se me paso por la cabeza tener la posibilidad de intentar mantener en algún ámbito de la vida sindical, una representación por algún gremio, sin ser un trabajador activo.
En algunos periodos de todo ese periplo laboral, debo reconocerlo, no tenía la suficiente madurez política, que me permitiera captar todas las complejidades que atravesaron y atraviesan la vida sindical, cuando esta tiene – por suerte-, las características de nuestra construcción de la unidad. Tampoco para recibir adecuadamente, las enseñanzas que el convivir sindicalmente con quienes compartí concepciones sindicales o discrepancias.
No intervengo públicamente en las polémicas en torno a las tácticas y estrategias que cualquier sindicato o federación, toma de acuerdo a su saber y entender, ni en el desarrollo cotidiano de la vida del PIT/CNT. Estoy profundamente convencido, que las vías propias del movimiento, son las únicas adecuadas para el desarrollo de las imprescindibles confrontaciones de ideas propias de una Convención o Central única en la que confluyen históricamente, distintas corrientes de pensamiento. Es desde este ángulo, que hoy me permito usar este espacio de Trabajo & Utopia.
Menos aún, considero lícito intervenir terciando  en aquellas determinaciones que la propia PIT/CNT toma en diversas oportunidades.  Ello, no implica, que no tenga opiniones al respecto,  de acuerdo o desacuerdo. Sin embargo, nome omito, si alguien me las pide, siempre entre trabajadores. Tampoco eso significa, que no tenga mi afinidades con alguna de las corrientes que integran actualmente e integraron en el pasado, el movimiento sindical uruguayo.
Cuando abandone la actividad laboral, definí seguir aportando a la labor del PIT/CNT, en un área de trabajo del Movimiento Sindical como lo es el que desarrolla, una política activa en materia de lucha contra la impunidad y en defensa de los derechos humanos. En eso he centrado mi actividad, salvo en un periodo en que debiendo asumir tareas a nivel de un gobierno municipal, no lo considere oportuno y adecuado.
Considero, que la eficacia de un trabajo del PIT/CNT en un área tan íntimamente vinculado a un desafío democrático tan profundo y ligado a las condiciones imprescindibles de la vida ciudadana en general, implica necesariamente - a mi entender -, la necesidad de contar con un apoyo lo más  monolítico posible de todo el movimiento sindical. Digámoslo de otra manera más categórica, si se quiere: Una eficaz lucha por la vigencia de los derechos humanos en todas sus dimensiones, no debería ser patrimonio único de alguna de las corrientes sindicales y menos aún,  estar o ser percibido como una política sindical al servicio de legítimos perfilismos, de alguna de ellas.
Esto por supuesto, tengo la intima percepción que rema contra la corriente, a partir de una lógica que en los hechos se ha instalado, de repartos de áreas de acción o influencia, de una suerte de autismo sindical de las comisiones o secretarias de la Central.
Nada de esta concepción, tiene un remoto parentesco con la consabida teoría del “corte del cordón umbilical”. Tengo claro que ese “corte” muchas veces puede servir de escusa no solo para distanciarse de las determinaciones de las estructuras sindicales o políticas, y/o también para distanciarse paulatinamente de los programas. Cualquier estructura o programa, que posibilita, en última instancia, que los dirigentes políticos o sindicales asuman representaciones, no pueden alegremente desecharse.
Personalmente, estamos convencidos que el mantener una estrecha relación de dependencia con las estructuras y las definiciones programáticas, es la que nos puede permitir desde donde estemos,  tratar de contribuir a mantener el imprescindible escenario  de unidad, en el que tienen verdadero sentido la existencia de las corrientes, tendencias o líneas sindicales. Y también para que sean eficaces para definir los mejores caminos en la construcción de una sociedad sin explotados ni explotadores.
No tenemos la intención de referirnos a situaciones particulares de gremios o federaciones, pues de ser así, no sería coherente con lo anteriormente expresado. Intentamos, solamente realizar una reflexión general. En la que veremos con que suerte y claridad, np npos haga caer en lo que en última instancia,  criticamos.
Toda esta introducción, para poder incursionar en un aspecto que últimamente, desde filas del movimiento sindical y desde el gobierno se maneja en un tono que por llamarla de alguna manera, he optado por bautizarla de “visiones totalizadoras”. Ambos, voceros sindicales o de gobierno, para darle un ropaje de cosa fuera de discusión, evocan la figura de José D´Elia.
A partir de cierta simplificación, que quita las peculiaridades y complejidades de toda lucha gremial, se intenta darle valor universal a determinadas cosas, que a veces pueden ser correctas y otras veces, no. En ese sentido se ha afirmado, que toda detención de la actividad laboral por medidas gremiales, indefectiblemente debe generar el descuento correspondiente. Esa visón totalizadora contenida en esa afirmación que solo es válida para algunas situaciones, invalida y tiende a afectar la legitimidad de que en determinados conflictos gremiales, dentro de las reivindicaciones finales se planteen el no descuento de los jornales no trabajados.
Históricamente, muchos conflictos incluyeron luego de desatadas las paralizaciones de tareas, el pago de los días perdidos por considerar con absoluta justicia que ello era responsabilidad de la patronal. Un ejemplo: una patronal no paga los salarios y ante ello los trabajadores dejaban de cumplir sus tareas. O realizan paralizaciones parciales en reclamo de su pago. O las condiciones de trabajo ponen en riesgo la integridad física del trabajador.
De prosperar ese aforismo que toda paralización debe indefectiblemente generar el descuento correspondiente, nos pueden desarmar ante patronales que por ejemplo  “gestionan o administran” la conflictividad por razones comerciales. Ejemplos hay muchos, por lo que concluyo, que no siempre es ilegitimo que una paralización gremial, sea reclamada con el pago de los jornales perdidos. Si en un juicio civil, la responsabilidad en un accidente, implica el reclamo legitimo del damnificado del llamado “lucro cesante”, es decir lo que podría haberse ganado y no se pudo en razón de la responsabilidad del causante del accidente, ¿porqué no se puede en el caso de una paralización en la que la patronal es responsable, reclamar lo que se estuvo impedido de generar?
Conclusión: No siempre es ilegitimo, incorrecto, reclamar que no se produzcan los descuentos del tiempo no trabajado por paralizaciones gremiales
En otro orden, en estos últimos días se afirmo cual mandamiento sagrado que los “acuerdos están para ser  cumplidos”. Y nuevamente, la evocación del Pepe DÉlia es invocada para santificar esa afirmación. Un acuerdo entre los trabajadores y la patronal (estatal o privada), es por lo general siempre, el resultado de una correlación de fuerzas existentes en determinado momento de una lucha gremial. De ahí que algunos acuerdos, pueden ser según la forma en que finalmente se resuelve un conflicto, carente de legitimidad desde el punto de vista gremial. Muchas veces, el desarrollo de un conflicto obliga a ponerle fin tratando de salir de él, en las mejores condiciones posibles. Muchas veces esas condiciones en que se sale de él, es una derrota desde el punto de vista de lo que se quiso lograr y lo que finalmente se logró. De ahí, que un gremio en esas circunstancias, no solo  puede, sino que posteriormente debe - si entiende que esa correlación de fuerzas cambio a su favor -, replantearse nuevamente la lucha para alcanzar lo que en el pasado no se pudo lograr.
De lo expuesto, debemos entender que los acuerdos, no siempre se deben cumplir. Congelar a favor de las patronales – sean estas estatales o privadas -, una situación dada, cuando el acuerdo es injusto, no solo puede ser injusto en el momento de laudarse el acuerdo, sino que extiende dicha injusticia para el futuro.
Entonces, los acuerdos están para cumplirse, a veces sí y otras no. Lo que no se puede es decir un día que lo que se alcanzó es un triunfo, y al otro ubicarse, como si no lo fuera.
Concluyendo, las generalizaciones o visiones totalizadoras, que solo pueden ser validas en algunas situaciones y en otras no, no son buenas. Menos bueno es aún, meter en situaciones del hoy – con sus particularidades históricas -, la sabiduría de DÉlia, que seguramente si algo sabía, era que no hay biblias metodológicas para resolver los temas sindicales.
En otro orden, existe también la pareja dialéctica de las visiones totalizadoras, aquellas reduccionistas.
Reducir una lucha gremial al simple correlato de dos fuerzas enfrentadas, nunca es una buena práctica sindical. Hay otra batalla, que trascurre al mismo momento y en otro escenario, que es la batalla por la opinión pública. En ese otro campo de batalla, no alcanza con la legitimidad interna que una lucha tiene en el campo de los integrantes de un sindicato. Por esa razón, esa legitimación debe ser adecuadamente trasladada al campo de la opinión pública. No hacer adecuadamente esa operación, implica el aislamiento de una lucha.
Dicho de otra manera, si el esfuerzo de un gremio, siempre debe estar centrado en fortalecer sus propias fuerzas, y para ello debe tratar de fortalecer la permanencia en sus trincheras de la mayor cantidad de trabajadores, es poco comprensible que desarrolle conductas que tengan como consecuencia que trabajadores abandonen la lucha y como caso extremo, se pasen a las filas de las patronales.
Lo mismo sucede con la opinión pública.
El no manejar adecuadamente estos parámetros, puede conducir e errores muy graves a otro nivel de una conflictividad desatada y que se extiende en el tiempo. Lo más difícil no es desatar una lucha gremial, sino saber cómo salir de ella. Y en ese aspecto, las instituciones políticas y estatales, juegan un papel importantísimo. Allí, cuando gremios en conflicto realizan el llamado “cabildeo”, entre los sectores políticos, gubernamentales, etc., lo que se está haciendo es tratar de incidir en un aspecto de la correlación de fuerzas más general.
Pongamos un ejemplo. Si uno vive en un pueblo alejado de cualquier otro y en ese pueblo hay un solo almacén del que depende tu alimentación, lo peor que puede hacer un habitante de ese pueblo – al menos si quiere seguir viviendo en el -, es pelearse con el único comerciante que puede proveerlo de su alimentación diaria. Esto por supuesto, no significa que se tenga que ser esclavo de quienes detentan los resortes de poder.
El 13 de julio en un acto de homenaje a León Duarte en una cooperativa de viviendas organizado por los vecinos y extensión universitaria en el marco de los 40 años de la huelga general contra el golpe de estado, nos tocó hablar del “Loco Duarte”, a quien considero una de las personas que más influyó en mi formación sindical. Resalte allí algo que puede ser un corolario a estas reflexiones. Duarte era un brillante orientador de la actividad sindical, al que muchos acudíamos en busca de su sabiduría. Nunca nos daba una receta de lo que había que hacer, pero si nos hacia un largo listado de cosas que si debíamos tener en cuenta. De eso se trata esto.


Raúl Olivera Alfaro

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