DE VISIONES TOTALIZADORAS Y REDUCIONISTAS.
(Junio de 2013)
Me siento, un
observador privilegiado, de los desafíos que atravesó el movimiento sindical en
casi 41 años de su historia, tanto por haber integrado organismos de dirección,
de la CNT como del PIT/CNT, en coyunturas sociales variadas, como por haberlo
hecho por gremios muy distintos.
En todos esos
años, debí representar a los trabajadores ferroviarios: Federación Ferroviaria antes
y Unión Ferroviaria. después de la dictadura; a los trabajadores de las plantas
industrializadoras pesqueras organizados en la hoy extinta Coordinadora
Uruguaya de Trabajadores de la Industria Pesquera y finalmente a los
trabajadores judiciales agrupados en la Asociación de Funcionarios Judiciales
del Uruguay, estos dos últimos posteriormente a la dictadura.
Todo ello, en razón de la
dictadura primero, y la política neoliberal después, que hirió de muerte a la
Administración de Ferrocarriles del Estado. Nunca me considere un trabajador
que viviera la actividad sindical, como una suerte de profesión. Desde que
abandone la vida laboral activa a principios de 1999, de acuerdo a principios que
inculcaban quienes contribuyeron a nuestra formación, nunca se me paso por la
cabeza tener la posibilidad de intentar mantener en algún ámbito de la vida
sindical, una representación por algún gremio, sin ser un trabajador activo.
En algunos
periodos de todo ese periplo laboral, debo reconocerlo, no tenía la suficiente
madurez política, que me permitiera captar todas las complejidades que atravesaron
y atraviesan la vida sindical, cuando esta tiene – por suerte-, las
características de nuestra construcción de la unidad. Tampoco para recibir
adecuadamente, las enseñanzas que el convivir sindicalmente con quienes
compartí concepciones sindicales o discrepancias.
No intervengo
públicamente en las polémicas en torno a las tácticas y estrategias que cualquier
sindicato o federación, toma de acuerdo a su saber y entender, ni en el
desarrollo cotidiano de la vida del PIT/CNT. Estoy profundamente convencido, que
las vías propias del movimiento, son las únicas adecuadas para el desarrollo de
las imprescindibles confrontaciones de ideas propias de una Convención o
Central única en la que confluyen históricamente, distintas corrientes de
pensamiento. Es desde este ángulo, que hoy me permito usar este espacio de
Trabajo & Utopia.
Menos aún, considero lícito intervenir terciando en aquellas determinaciones que la propia
PIT/CNT toma en diversas oportunidades.
Ello, no implica, que no tenga opiniones al respecto, de acuerdo o desacuerdo. Sin embargo, nome omito, si
alguien me las pide, siempre entre trabajadores. Tampoco eso significa, que no
tenga mi afinidades con alguna de las corrientes que integran actualmente e
integraron en el pasado, el movimiento sindical uruguayo.
Cuando
abandone la actividad laboral, definí seguir aportando a la labor del PIT/CNT,
en un área de trabajo del Movimiento Sindical como lo es el que desarrolla, una
política activa en materia de lucha contra la impunidad y en defensa de los
derechos humanos. En eso he centrado mi actividad, salvo en un periodo en que
debiendo asumir tareas a nivel de un gobierno municipal, no lo considere
oportuno y adecuado.
Considero, que
la eficacia de un trabajo del PIT/CNT en un área tan íntimamente vinculado a un
desafío democrático tan profundo y ligado a las condiciones imprescindibles de
la vida ciudadana en general, implica necesariamente - a mi entender -, la
necesidad de contar con un apoyo lo más monolítico posible de todo el movimiento sindical.
Digámoslo de otra manera más categórica, si se quiere: Una eficaz lucha por la
vigencia de los derechos humanos en todas sus dimensiones, no debería ser
patrimonio único de alguna de las corrientes sindicales y menos aún, estar o ser percibido como una política
sindical al servicio de legítimos perfilismos, de alguna de ellas.
Esto por
supuesto, tengo la intima percepción que rema contra la corriente, a partir de
una lógica que en los hechos se ha instalado, de repartos de áreas de acción o
influencia, de una suerte de autismo sindical de las comisiones o secretarias
de la Central.
Nada de esta concepción, tiene un
remoto parentesco con la consabida teoría del “corte del cordón umbilical”.
Tengo claro que ese “corte” muchas veces puede servir de escusa no solo para
distanciarse de las determinaciones de las estructuras sindicales o políticas,
y/o también para distanciarse paulatinamente de los programas. Cualquier
estructura o programa, que posibilita, en última instancia, que los dirigentes
políticos o sindicales asuman representaciones, no pueden alegremente
desecharse.
Personalmente,
estamos convencidos que el mantener una estrecha relación de dependencia con
las estructuras y las definiciones programáticas, es la que nos puede permitir
desde donde estemos, tratar de
contribuir a mantener el imprescindible escenario de unidad, en el que tienen verdadero sentido
la existencia de las corrientes, tendencias o líneas sindicales. Y también para
que sean eficaces para definir los mejores caminos en la construcción de una
sociedad sin explotados ni explotadores.
No tenemos la
intención de referirnos a situaciones particulares de gremios o federaciones,
pues de ser así, no sería coherente con lo anteriormente expresado. Intentamos,
solamente realizar una reflexión general. En la que veremos con que suerte y
claridad, np npos haga caer en lo que en última instancia, criticamos.
Toda esta
introducción, para poder incursionar en un aspecto que últimamente, desde filas
del movimiento sindical y desde el gobierno se maneja en un tono que por
llamarla de alguna manera, he optado por bautizarla de “visiones totalizadoras”.
Ambos, voceros sindicales o de gobierno, para darle un ropaje de cosa fuera de
discusión, evocan la figura de José D´Elia.
A partir de
cierta simplificación, que quita las peculiaridades y complejidades de toda
lucha gremial, se intenta darle valor universal a determinadas cosas, que a
veces pueden ser correctas y otras veces, no. En ese sentido se ha afirmado, que
toda detención de la actividad laboral por medidas gremiales, indefectiblemente
debe generar el descuento correspondiente. Esa visón totalizadora contenida en
esa afirmación que solo es válida para algunas situaciones, invalida y tiende a
afectar la legitimidad de que en determinados conflictos gremiales, dentro de las
reivindicaciones finales se planteen el no descuento de los jornales no
trabajados.
Históricamente,
muchos conflictos incluyeron luego de desatadas las paralizaciones de tareas,
el pago de los días perdidos por considerar con absoluta justicia que ello era
responsabilidad de la patronal. Un ejemplo: una patronal no paga los salarios y
ante ello los trabajadores dejaban de cumplir sus tareas. O realizan
paralizaciones parciales en reclamo de su pago. O las condiciones de trabajo
ponen en riesgo la integridad física del trabajador.
De prosperar ese aforismo que
toda paralización debe indefectiblemente generar el descuento correspondiente,
nos pueden desarmar ante patronales que por ejemplo “gestionan o administran” la conflictividad
por razones comerciales. Ejemplos hay muchos, por lo que concluyo, que no siempre es ilegitimo que una
paralización gremial, sea reclamada con el pago de los jornales perdidos. Si en
un juicio civil, la responsabilidad en un accidente, implica el reclamo
legitimo del damnificado del llamado “lucro cesante”, es decir lo que podría
haberse ganado y no se pudo en razón de la responsabilidad del causante del
accidente, ¿porqué no se puede en el caso de una paralización en la que la
patronal es responsable, reclamar lo que se estuvo impedido de generar?
Conclusión: No
siempre es ilegitimo, incorrecto, reclamar que no se produzcan los descuentos
del tiempo no trabajado por paralizaciones gremiales
En otro orden,
en estos últimos días se afirmo cual mandamiento sagrado que los “acuerdos están
para ser cumplidos”. Y nuevamente, la
evocación del Pepe DÉlia es invocada para santificar esa afirmación. Un acuerdo
entre los trabajadores y la patronal (estatal o privada), es por lo general
siempre, el resultado de una correlación de fuerzas existentes en determinado
momento de una lucha gremial. De ahí que algunos acuerdos, pueden ser según la
forma en que finalmente se resuelve un conflicto, carente de legitimidad desde
el punto de vista gremial. Muchas veces, el desarrollo de un conflicto obliga a
ponerle fin tratando de salir de él, en las mejores condiciones posibles.
Muchas veces esas condiciones en que se sale de él, es una derrota desde el
punto de vista de lo que se quiso lograr y lo que finalmente se logró. De ahí,
que un gremio en esas circunstancias, no solo puede, sino que posteriormente debe - si
entiende que esa correlación de fuerzas cambio a su favor -, replantearse
nuevamente la lucha para alcanzar lo que en el pasado no se pudo lograr.
De lo
expuesto, debemos entender que los acuerdos, no siempre se deben cumplir.
Congelar a favor de las patronales – sean estas estatales o privadas -, una
situación dada, cuando el acuerdo es injusto, no solo puede ser injusto en el
momento de laudarse el acuerdo, sino que extiende dicha injusticia para el
futuro.
Entonces, los acuerdos están para
cumplirse, a veces sí y otras no.
Lo que no se puede es decir un día que lo que se alcanzó es un triunfo, y al
otro ubicarse, como si no lo fuera.
Concluyendo, las
generalizaciones o visiones totalizadoras, que solo pueden ser validas en
algunas situaciones y en otras no, no son buenas. Menos bueno es aún, meter en
situaciones del hoy – con sus particularidades históricas -, la sabiduría de
DÉlia, que seguramente si algo sabía, era que no hay biblias metodológicas para
resolver los temas sindicales.
En otro orden, existe también la
pareja dialéctica de las visiones totalizadoras, aquellas reduccionistas.
Reducir una
lucha gremial al simple correlato de dos fuerzas enfrentadas, nunca es una
buena práctica sindical. Hay otra batalla, que trascurre al mismo momento y en
otro escenario, que es la batalla por la opinión pública. En ese otro campo de
batalla, no alcanza con la legitimidad interna que una lucha tiene en el campo
de los integrantes de un sindicato. Por esa razón, esa legitimación debe ser
adecuadamente trasladada al campo de la opinión pública. No hacer adecuadamente
esa operación, implica el aislamiento de una lucha.
Dicho de otra
manera, si el esfuerzo de un gremio, siempre debe estar centrado en fortalecer
sus propias fuerzas, y para ello debe tratar de fortalecer la permanencia en
sus trincheras de la mayor cantidad de trabajadores, es poco comprensible que
desarrolle conductas que tengan como consecuencia que trabajadores abandonen la
lucha y como caso extremo, se pasen a las filas de las patronales.
Lo mismo sucede con la opinión
pública.
El no manejar
adecuadamente estos parámetros, puede conducir e errores muy graves a otro
nivel de una conflictividad desatada y que se extiende en el tiempo. Lo más
difícil no es desatar una lucha gremial, sino saber cómo salir de ella. Y en
ese aspecto, las instituciones políticas y estatales, juegan un papel
importantísimo. Allí, cuando gremios en conflicto realizan el llamado
“cabildeo”, entre los sectores políticos, gubernamentales, etc., lo que se está
haciendo es tratar de incidir en un aspecto de la correlación de fuerzas más
general.
Pongamos un
ejemplo. Si uno vive en un pueblo alejado de cualquier otro y en ese pueblo hay
un solo almacén del que depende tu alimentación, lo peor que puede hacer un
habitante de ese pueblo – al menos si quiere seguir viviendo en el -, es
pelearse con el único comerciante que puede proveerlo de su alimentación
diaria. Esto por supuesto, no significa que se tenga que ser esclavo de quienes
detentan los resortes de poder.
El 13 de julio
en un acto de homenaje a León Duarte en una cooperativa de viviendas organizado
por los vecinos y extensión universitaria en el marco de los 40 años de la
huelga general contra el golpe de estado, nos tocó hablar del “Loco Duarte”, a
quien considero una de las personas que más influyó en mi formación sindical.
Resalte allí algo que puede ser un corolario a estas reflexiones. Duarte era un
brillante orientador de la actividad sindical, al que muchos acudíamos en busca
de su sabiduría. Nunca nos daba una receta de lo que había que hacer, pero si
nos hacia un largo listado de cosas que si debíamos tener en cuenta. De eso se
trata esto.
Raúl Olivera Alfaro
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