viernes, 26 de julio de 2013

BANALIDAD Y LA TREGUA DE DIOS.

BANALIDAD Y LA TREGUA DE DIOS.
(Mayo de 2013)
            El pasado 1º de mayo, la central de trabajadores desde su tribuna como todos los años en que las libertades públicas existentes lo han permitido y algunas veces desafiando las limitaciones del autoritarismo estatal, realizó en su oratoria diversos reclamos. Todos ellos con el objetivo de mejorar las condiciones de vida de la sociedad en general y de los trabajadores en particular.
El reclamo esta vez, fue mañanero a los efectos de armonizar las tradicionales actividades sociales y familiares  propias de un día feriado, con las alicaídas obligaciones militantes.
En esa armonización, seguramente sin proponérselo, se ayudo a que la actividad que desde hace algunos años  se realiza  en el llamado “quincho de Varela”, tuviera una extensa sobremesa de la vario pinta concurrencia, en la que hasta no falto una “Princesa”. .
Quienes no estuvieron en uno u otro evento y tomaron conocimiento de ellos por los medios de comunicación, tendrán dificultades para evaluar cual de los dos era el más importante para los destinos y la suerte del país. Y pese a que, según las crónicas periodísticas, en uno y otro evento se repitieron en algún caso los asistentes, no resulta fácil establecer una relación entre una y otra.
En la Edad media, una suerte de monopolio existente, obligaba a los campesinos, pagar un impuesto llamado “banalidades” para cocer su pan en el horno de los señores feudales. Muchos se preguntaran si esos reclamos al gobierno y las patronales reclamados desde una tribuna que inequívocamente Richard Read, denomino lo que era (de lucha) y lo que no era (de amigos), se cocerían en el horno del quincho de Varela. Y si no era así, en que radicaba la importancia que le otorgo la prensa.
Mientras que pocos minutos después de las trece horas, retumbaba en la plaza de mayo un ¡arriba los que luchan!, como corolario de un combativo y provocador discurso de cierre del acto del 1º de mayo, a pocos kilómetros de allí, se instalaba una suerte de “tregua de Dios”, como la que en el siglo XI, la Iglesia impuso a los señores feudales en guerra, con la prohibición de realizar hostilidades desde el miércoles por la tarde hasta el lunes y en ciertas festividades y épocas del año.
El acto mañanero que se extendió una hora después de finalizar la mañana, permitió a algunos aplaudir de pie el llamado a la lucha de Read, y después  sumarse a esa suerte de “tregua de Dios”, donde el perfume de la princesa, oculto el olor a azufre que tanto afectaba el olfato del extinto líder venezolano Hugo Chávez de la presencia de la embajadora del imperio.
Gracias a Dios, son pocos los que hoy acatarían esa prohibición de la Iglesia.


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